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La industria minera de la plata

La minería americana se desarrolló gracias al esfuerzo de particulares. Se trató muchas veces de aventureros que improvisaron métodos de extracción valiéndose de la mano de obra indígena.

A diferencia de las explotaciones auríferas, que raramente emplearon indios por el caracter belicoso de éstos en las zonas de extracción, en las minas de plata se empleó básicamente a población indígena, ocupando los esclavos africanos un lugar secundario.

Los capitales requeridos para habilitar una mina provenían de una serie de individuos que ganaron mucho dinero en concepto de préstamos a interés, comercio y especulación. Entre ellos podemos mencionar a los aviadores, quienes operaban en las mismas ciudades mineras y a los grandes mercaderes de la plata cuyo centro de acción fueron las capitales virreinales.

El trabajo de estos indígenas se organizó en base a sistemas de explotación originarios de culturas precolombinas.

    - Sistema de cuatequitl (en Nueva España)

    - Sistema de mita (en Perú)

Mediante estos sistemas se obligó a las comunidades indígenas  a enviar a los centros mineros un número específico de trabajadores. Cada comunidad tenía libertad para organizar la mecánica de las tandas, siempre y cuando garantizara el número fijo de trabajadores.

 

El salario del minero

Para evitar que fueran considerados como esclavos (estaba prohibida la esclavización del indígena) se ordenó que los indios recibieran un salario, que solía ser más bajo que el real.

Los operarios libres se comprometían con el minero a trabajar un tiempo estipulado (8 a 10 horas diarias) a cambio de un salario. El salario en moneda que un trabajador minero cobraba representaba tan solo una parte, quizás la menor, de sus ingresos totales.

Durante dicho tiempo, todo el mineral que se extrajera pertenecía al propietario de la mina.

Sin embargo, a fin de incentivar la productividad, se concedió que pasado ese tiempo, el trabajador pudiera permanecer en la mina y que durante las horas extraordinarias se fuera a partes (tercias o mitad) de lo conseguido entre el trabajador y el propietario (partido). Evidentemente este era el porcentaje más importante del pago ya que el trabajador extraía la parte más rica de los minerales en esas horas y se dedicaba durante las horas fijas a realizar las obras de acondicionamiento de los túneles y de infraestructura.

En virtud de los privilegios otorgados por el Papa a la corona de España (bulas de donación de Alejandro VI de 1494) , ésta tuvo el dominio sobre el suelo y el subsuelo de las tierras americanas. Por lo tanto, quienes se dedicaron a la actividad extractiva debían pagar un impuesto a la corona que, generalmente, fue de un 20% del producto. Este fue conocido como el Quinto Real.

La plata extraida como partido era beneficiada por el sistema de fundición, por lo que en su gran mayoría circulaba sin cubrir las obligaciones fiscales (Quinto Real), porque era dificil de controlar su extracción. De este modo la desventaja de la baja productividad del sistema de beneficio se compensaba con el ahorro de los derechos fiscales impagados.

Por contra la industria minera más evolucionada, es decir la que necesitaba azogue (para el proceso de la amalgamación), estaba más controlada por el Estado. Esto es fácil de comprender en el punto de que la comercialización del azogue era un monopolio del Estado, y el consumo de azogue por parte del propietario de las minas era siempre una medida indirecta de valoración de la cantidad de plata que  este obtenía de sus minas, y por tanto un modo de tener controlados a los mineros propietarios de la mina en relación al valor de los impuestos que debían satisfacer a la corona por su producción.

Cuando el proceso de beneficio de plata era por fundición, y por tanto no necesitado de azogue, quedaba esa producción fuera del control del gobierno y podía escapar la mayoria de las veces del impuesto fiscal, el Quinto Real.

 

Consecuencias negativas de la actividad minera

La minería permitió a muchas personas amasar grandes fortunas, otorgándoles el reconocimiento social y político. No obstante, con la misma rapidez que se ascendía, cualquier imprevisto provocaba la ruina inmediata. Así, por ejemplo, la pérdida de un filón o la inundación de los socavones liquidaba la inversión. De hecho, muy pocas familias siguieron siendo prósperas gracias a la minería durante más de tres generaciones.

Para la población nativa los efectos sociales de la explotación minera fueron extraordinariamente perjudiciales. Los desplazamientos forzados desarticularon la organización de las comunidades indígenas, alteraron sus jerarquías tradicionales y acabaron con innumerables vidas humanas.

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