LAS CASAS DE MONEDA ESPAÑOLAS EN AMÉRICA DEL SUR
III.- El siglo de las reformas
Incorporación de la ceca de Santiago a la Corona
En 1770, una Real cédula del 8 de agosto incorporó la ceca de Santiago a la Corona. Una conjunción de causas había hecho tomar al Soberano esta decisión. Por un lado una desconfianza de la forma en que García Huidobro estaba llevando adelante los negocios de la fábrica, lo que ya con anterioridad había resultado en un intento fallido de suprimir el establecimiento, y la conveniencia que veía el rey de contar con Casa de Moneda propia, en concordancia con lo que había venido haciendo con las otras cecas de indias.
Correspondió llevar adelante el encargo del rey al virrey del Perú Manuel Amat, quien había ocupado la presidencia de Chile antes de ser promovido a Lima. Procedió por lo tanto Amat a solicitar la información pertinente al funcionamiento de la ceca, número y remuneración de los empleados así como los detalles de la producción, lo cual pudo conjugar con la información que había podido recoger durante su permanencia en Santiago. Acopiados los datos y puesto en total conocimiento de la situación, el 11 de marzo de 1772 incorporó la Casa de Moneda a la Corona, y encargó al presidente de Chile, Francisco Javier de Morales, tomar posesión de la fábrica.
Morales pudo recién cumplir la orden del virrey el 11 de mayo, pues aunque la recibió el 2 de mayo anterior, y nombró como superintendente al Conde de la Conquista, tuvo que esperar la llegada a Santiago de los empleados nombrados por Amat. No teniendo local la nueva ceca tuvieron que funcionar en forma provisional en uno de los patios del Colegio Máximo de San Miguel, que había sido de los jesuitas hasta su expulsión. Se consiguió de la Real Hacienda los fondos necesarios para la compra de pastas de oro y plata; se habilitaron algunas habitaciones y se establecieron las oficinas. Hubo demoras en el inicio de las operaciones porque fue necesario reparar y hasta fabricar algunas herramientas pero finalmente el 31 de octubre de 1772 pudo el presidente enviar al virrey cuatro piezas de muestra, dos de 0cho escudos y dos de un escudo. Anunció en esa oportunidad también el presidente que para la navidad estaría produciéndose regularmente moneda de oro y plata.
Al morir García Huidobro la Corona siguió cumpliendo su compromiso y pagó regularmente a los herederos hasta que para terminar con esa obligación y tener un control absoluto sobre los oficios de la Casa de Moneda, optó por canjear el cargo de tesorero de la ceca por el de alguacil mayor de la Real Audiencia.
Por más esfuerzos que se hacían no se podía, sin embargo, lograr que la ceca produjese lo suficiente para mantenerse. La situación se agravó cuando se recibió la orden de fundir las viejas macuquinas aún en circulación y reemplazarlas por las de nuevo cuño, lo cual requería de maquinaria inexistente en la ceca y obligaba a demoras interminables en la producción. Faltaba también capital para el rescate de las pastas, con lo que no sólo se perjudicaba la ceca misma sino que también los mineros que algunas veces debían regresar a sus lugares de laboreo sin haber cobrado o habiendo vendido su metal a menor precio a comerciantes especializados. Sufría también el comercio por la escasez de moneda ya que los mercaderes debían adquirir la moneda para sus transacciones de importación pagando sobreprecios
El problema, estaba claro, residía al menos en parte, en el hecho de que la ceca en el lugar que se encontraba no tenía ni el espacio ni los equipos suficientes, por lo que era imprescindible construir un edificio adecuado para la fábrica. Ya en 1777 el virrey del Perú y el visitador general Antonio de Areche habían designado un terreno para que en él se erigiese la Casa de Moneda por lo que en abril de 1779 el alarife de la ciudad procedió a hacer las mediciones pertinentes.
Los trabajos de la nueva ceca se iniciaron recién el 30 de abril de 1783 por las demoras que había habido para la aceptación en Lima y modificación que se había hecho a los planos preparados por el arquitecto Joaquín Toesca. Medina, a quien seguimos en lo referente a esta casa de moneda indica que:
"Iniciáronse en efecto, desmontando un inmenso basural allí formado y comenzando a abrir los cimientos laterales, lo que a poco dieron en un terreno tan poroso y tal filtrado de las aguas del río, que estas subieron hasta siete cuartas cuando se había alcanzado una profundidad de cuatro varas." [1]
Luego de algunas deliberaciones, el presidente Ambrosio de Benavides, tuvo que decidir se abandonase el terreno seleccionado, aún cuando se habían hecho ya gastos de limpieza y cimientos, e iniciar la construcción en un nuevo paraje, que es el que ocupa la Casa de Moneda de Santiago hasta la actualidad.
El cambio de localización requirió, primero de un permiso que se consiguió por Real Orden del 9 de julio de 1785, y luego a la autorización de los nuevos planos de Toesca. Así y todo, para el año de 1787, se habían casi concluido los cimientos, lo cual había importado unos noventamil pesos, y se calculaba que para terminar la obra se requerían de un total de cerca de seiscientos mil. El presidente interino de Chile, Tomás Alvarez de Acevedo sugirió al rey la venta de títulos de Castilla para con ello cubrir los costos faltantes ya que con la poca producción de la ceca no se podrían conseguir.
Las dificultades no terminaban para la ceca. Además de bajas en la producción e introducción de minerales - en 1792 sólo se labraron 3,403 marcos de oro - hubo problemas con el personal con graves acusaciones de robos e ineficiencia, a lo que se sumó que:
"Con tan
pobres elementos hubieron, pues, de continuarse los trabajos de la Casa; pero cuando aún no estaban terminados, a la vez que se ponderaba su aparato y exterior
extensión, comenzó a notarse que apenas contenía lo preciso a que estaba
destinada, que sus oficinas eran desproporcionadas y se
Fue sólo en 1805 cuando, gracias al apoyo del capitán general de Chile, quien aportó una importante suma, se pudo terminar el edificio y proceder a la acuñación de monedas en él.
Durante los años de ocupación francesa en la península ibérica, la ceca de Santiago permaneció fidelista y lo demostró, al igual que la de Lima y algunas de México acuñando monedas de Fernando VII, el legítimo Soberano, con cuños fabricados localmente en base a un retrato llegado a Santiago después de su coronación. Las piezas de busto americano se acuñaron en oro y plata. Los Escudos de a ocho, u onzas se acuñaron de 1808 a 1811 y muestran al monarca con "coleta, chorrera, casaca, banda y el collar del Toison", las de plata son de dos tipos; el primero de 1808 y 1809 lleva "coleta, manto, corbatín y Toison" mientras que el segundo de 1810 y 1811 muestra al monarca con corona de laurel.
La ceca de Santiago siguió acuñando a nombre del rey Fernando VII hasta 1817, año en que las fuerzas del general José de San Martín luego de haber vencido a los realistas en el campo de Chacabuco, tomaron la ciudad en febrero y comenzaron a acuñar los pesos de Chile independiente. A falta de moneda menuda y de cuños adecuados los cuartillos con leones y castillos del tipo virreinal se siguieron acuñando en Santiago hasta 1818, siendo estas las últimas piezas fabricadas con troqueles españoles.
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