ORO Y PLATA EN EL PERÚ DE LA CONQUISTA
7.- El destino del tesoro.
Una vez repartidos los tesoros andinos entre los conquistadores y la corona, es interesante saber cual fue el destino de ellos. Lo más trivial fue sin duda jugar lo ganado en una o varias partidas de azar, y lo más lamentable para España fue gastarlo en las guerras de religión y dinásticas, pero entre un extremo y el otro están todos los casos de inversiones grandes y pequeñas en empresas americanas y europeas.
De los 168 europeos que participaron en Cajamarca en la captura del Inca, 36 eran extremeños y estos, por su cercanía a los Pizarro fueron más propensos a quedarse en los nuevos territorios, mientras que muchos de aquellos que eran de otras regiones, prefirieron regresar a la península con las riquezas obtenidas u optaron por emprender nuevas empresas de descubrimiento. [1] Sin embargo regresar a España no era cosa fácil ya que las circunstancias hicieron imperativo que Pizarro no concediese el permiso de retorno excepto a los viejos o heridos.
Para los hombres que participaron en el reparto del rescate del Inca, éste fue un momento decisivo en sus vidas dividiéndolas en "antes" y "después" de Cajamarca. Se encontraron de un momento a otro con ingentes cantidades de dinero y sin nada que los atase al suelo. Todo lo que poseían era transportable. Los posibles honores poderes y control de hombres eran asuntos del futuro. Del otro lado de la balanza estaba el hecho que sólo la presencia de europeos en cantidad suficiente podría hacer posible el dominio del territorio y su puesta en servicio de la corona española. [2]
Un primer contingente de 22 o 23 personas fue autorizado a dejar el Perú en julio de 1533 acompañando a Hernando Pizarro en su viaje a España con el adelanto del quinto que se decidió enviar al Emperador y al cual nos hemos referido en otro momento. Poco después, en Agosto salió otro grupo de hombres. Todo estaba bien pensado ya que los que regresaban con sus tesoros sirvieron mejor que nada para atraer nuevos hombres al Perú. Un año más tarde Pizarro dio una licencia general para quienes quisieran regresar a España. El momento era propicio. De un lado ya había suficiente contingente humano llegado en pos de los tesoros, y del otro los primeros conquistadores reclamaban encomiendas y honores que se hacían difíciles de satisfacer. Así, de los 168 hombres que participaron en la captura del Inca regresaron a España 65 de ellos entre 1533 y 1535
Sin duda la forma más irracional de emplear la fortuna recién ganada fue jugarla a los naipes como fue el caso de Mancio Sierra de Leguizamo quién una noche perdió el disco solar que le tocó en el reparto del Cusco. En su testamento el conquistador dice :
Entre los que regresaron a España a disfrutar de su botín está el cronista Francisco de Jerez, quien volvió a casa tan pronto se repartió el rescate, llegando a la península el 3 de junio de 1534. En los versos dirigidos al Emperador, con los que termina su obra, Jerez explica los padecimientos del conquistador, el aporte que estos hombres hicieron a España, y lo justificado de su retorno.
"Entre los muchos que han ido (hablo de los que han tornado) Ser éste el más señalado, Porque he visto que ha venido, Sin tener cargo, cargado; Y metió en esta colmena, De la flor blanca muy buena, Ciento y diez arrobas buenas, En nueve cajas bien llenas. Ha veinte años que está allá, Los diez y nueve en pobreza, Y en uno cuanta riqueza Ha ganado y trae acá. Ganó con gran fortaleza; Peleando y trabajando, No durmiendo, más velando, Con mal comer y beber: Ver si merece tener Lo que ansi ganó burlando." [4]
Hernando de Soto recibió el tercer monto más grande del reparto después de Francisco y Hernando Pizarro. En total le tocaron 17,740 pesos de oro y 724 marcos de plata. Soto no dudó un momento en permanecer el Perú porque esperaba tener una destacada actuación dirigiendo en un futuro descubrimiento. Trató de convencer a Diego de Almagro que lo dejase ir como General a la conquista de Chile, incluso parece que le llegó a ofrecer 200,000 pesos por que le encargase la expedición. Al no lograr sus objetivos y darse cuenta que en el Perú sólo podría ser un subordinado de los Pizarro, pasó por Lima en Agosto de 1535 y se embarcó a España. Llegado a la corte empleó los 100,000 pesos que llevó de regreso, o parte de ellos, para conseguir el permiso para conquistar la Florida, y la gobernación de Cuba, así como su tan deseado título de Adelantado, y su incorporación a la orden de Santiago. Lockhart dice claramente que "sin su fortuna peruana no hubiese nunca podido negociar sus títulos ni financiar la expedición a la Florida ".
Otros hubo que no supieron jugar sus cartas tan bien como Soto y terminaron mal. Pedro Sancho de la Hoz, el cronista que hemos citado varias veces en este trabajo fue uno de ellos. En 1536 estaba de regreso en Sevilla y era considerado hombre rico. Casó allí con una dama supuestamente noble, doña Guiomar de Aragón y formó parte del Consejo Municipal de Sevilla, pero sus grandes gastos lo dejaron próximo a la pobreza y en 1539 regresó al Perú ofreciendo armas y dos buques a cambio de la capitanía de las tierras al sur del estrecho de Magallanes. Reducido a prisión por deudas terminó como subordinado de Valdivia después de haber sido su socio. En el 1547, luego de salvarse en varias oportunidades de acusaciones de conspiración contra Valdivia, fue degollado por una nueva traición contra su jefe.
Los que se quedaron en el Perú cuando partieron los primeros hombres autorizados a regresar a España, buscaron la forma de enviar algunos dineros a sus familias por intermedio de amigos de confianza. El procedimiento utilizado para estos envíos está bien explicado en la carta que Gaspar de Marquina, también llamado Gaspar de Gárate, le escribió a su padre desde Cajamarca el 20 de julio de 1533 informándole los acontecimientos vividos durante la captura del Inca, y lamentando no haber podido enviarle nada con anterioridad por no haber tenido que enviar.
Dice en ella que en los seis meses anteriores Dios le ha querido dar más de lo que merecía, y "que hoy día de la fecha tengo tres mil ducados largos" por lo cual aprovechando el viaje de Pedro de Anadel :
"... allá envío a vuestra merced 213 castellanos de buen oro en una barra con una persona honrada de San Sebastián; en Sevilla la hará moneda y se lo llevará, y más le enviara a vuestra merced, sino que lleva muchos dineros de otras personas y no pudo llevar más..." [5]
En nota separada a Pedro de Anadel, Marquina le pide que en caso hubiesen ya fallecido sus padres, entregue los 21 castellanos a unos tíos suyos para que con cien pesos "haga bien por las animas de sus padres" y el saldo de 113 pesos los repartan entre sus hermanos y parientes. [6]
El segoviano Pedro San Millán, de familia de mercaderes, estuvo constantemente cargado de deudas pues era "en extremo gastador" y perdió prácticamente todo. Aliado con Almagro recuperó algo de su fortuna y la despilfarro en banquetes y otros gastos superfluos. Con el triunfo de los Pizarro quedó nuevamente en la ruina y su resentimiento lo llevó a ser uno de los participantes en la muerte del Marques. [7]
Varón y Jacobs [8] han estudiado el manejo que hizo Hernando Pizarro de la fortuna de la familia. Con la muerte de Juan, Francisco y Gonzalo, y el posterior matrimonio de Hernando con su sobrina Francisca, hija del Gobernador, toda la riqueza de los Pizarro se concentró en sus manos. De esa manera, actuando en forma unificada remitieron buena parte de sus ganancia a Trujillo y otros lugares cercanos, donde compraron tierras de cultivo y de pastoreo. Se hicieron además de propiedades urbanas, y prestaron dinero a los campesinos y pobladores urbanos para crear así un clientelaje que resultó en un vínculo permanente. [9]
La corona, de otro lado, ideó la forma de poder hacerse de las riquezas traídas de indias ya que los quintos no le eran suficientes para sus necesidades cada vez mayores. El tesoro peruano le dio la ilusión a Carlos V que podría pagar las deudas contraídas con anterioridad y poder afianzar su posición imperial a la vez que luchaba contra la reforma protestante, pero los gastos resultaban siempre mayores que los ingresos y se decidió por la confiscación de los tesoros que llegaban de Indias entregando a sus dueños Juros Perpetuos que pagaban un interés de 3 1/3% mientras que los prestamos hechos a la corona por los banqueros Welser llevaban una tasa de 9 % y los Fugger aceptaron cobrar una tasa de 6 1/4%. [10] Esta confiscación forzosa fue mal recibida, pero para quienes las entradas de oro fueron constantes, como los Pizarro por ejemplo, los Juros fueron una de las formas normales de inversión, y significaban un renta importante. En todo caso parece ser que la política de confiscaciones hecha por la Corona daba anualidades altamente deseables por muchos de los receptores de Juros.
[1].- Varón y Jacobs ob.cit p.200. [2].- Lockhart, James ob. cit. Trata sobre estos aspectos especialmente el el tercer capítulo: After The Event. Life patterns of repatriates and settlers. [3].- Gutiérrez, José Rosendo. Mancio Sierra de Leguízamo. Revista Peruana. Tomo II, Entrega I. Lima, Mayo 15 de 1879. p.30. Lockhart llama a Sierra de Leguízamo "the most prominent old liar". Ob.cit p.469. [4].- Jerez, Francisco. Ob. cit. p.121,122. [5].- Lockhart, James. ob. cit. p.462. [6].-Ibid [7].- Lockhart, James. Ob. cit. p.284. En una nota al pié de página anota Lockhart que Pedro San Millán había contraído una deuda de 900 pesos con Pedro de León. Parte de los datos los toma Lockhart del cronista Pedro Cieza de León. [8].-Varón y Jacobs, Ob cit. [9].-Ibid. [10].-Ibid.
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