Los hebreos históricos eran nómadas o seminómadas (precoz oposición mítica entre el bondadoso pastor Abel y el estigmatizado agricultor Caín). La tradición y la historiografía más frecuente sitúan al primer gran patriarca de aspecto histórico (Abraham) y a su linaje (Isaac, Jacob) en "Ur de Caldea", en fecha imprecisa pero de predominio amorrita (ss. XIX-XVIII); mas no faltan quienes creen que esos sucesos están antedatados y que podrían corresponder al s. XVI o a un momento posterior. Parte de estas gentes, u otras diferentes que luego se unieron a ellas, pudieron entrar en Egipto durante época hicsa (1700-1550 a. C., apr.) o amarniense (1364-1347 a. C.) La mayoría de los estudiosos coincide en que la formación histórica del pueblo hebreo propiamente dicho, prescindiendo de vinculaciones más o menos laxas con ancestros remotos, corresponde a la época de Moisés, probablemente en tiempos de Ramsés II (h. 1250), comienzo del Éxodo sinaítico y del viaje a la Canaán bíblica, la "tierra prometida" por Yahvéh al linaje de Abraham.
Según la Biblia, los padres de Moisés pertencían a la "tribu" de Leví, uno de los grupos "hebreos" de Egipto. Hebreo, en principio, no implica unidad étnica o racial: hapiru , habiru o 'apiru, es nombre genérico para un tipo marginal, no egipcio, de gentes de varia condición, siempre inferior (incluidos nómadas y bandoleros) y que incluía a extranjeros que vivían de alquilar su trabajo para diversos cometidos. Con anterioridad (ss. XVII-XVI), y vinculados a la dominación hicsa (asiáticos, acaso amorritas), ciertos hapiru formaron una aristocracia guerrera en ciertos lugares de la futura Palestina. Los hebreos bíblicos residieron en Egipto varias generaciones; en apariencia, un faraón, en cierto momento , endureció su régimen de vida por considerarlos una amenaza. Quienes siguen literalmente la Biblia (Reyes I, 6, 1: En el año 480 de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel (...) emprendió la construcción de la Casa de Yahveh) sitúan la salida de los hebreos fuera de Egipto 480 años antes de que Salomón comenzase la construcción del Templo a Yahveh en Jerusalén, en el cuarto año del reinado (hacia 960 a. C.), lo que situaría el Éxodo hacia el 1440, fecha que la mayoría de los estudiosos considera temprana en exceso.
Algunos complejos egipcios del NE del Delta, como Pitjom y Ramsés, se construyeron por hebreos, cuya comunidad tenía un núcleo residencial en la cercana comarca de Goshén. La Biblia da a entender que el faraón residía en el área: pero si la fecha del Éxodo fuera 1440, correspondería a Tutmés III, que residía en Tebas y no construyó ciudades en el Delta. Tampoco en esa fecha existían los pequeños reinos de Moab y Edom, a cuyos moradores hubo de evitar Moisés en su periplo. Finalmente, los arqueólogos han datado hacia 1250 a. C. las destrucciones de las ciudades tomadas por los hebreos durante sus luchas en Canaán. Los 480 años de distancia entre Moisés y Salomón corresponden a 12 generaciones de 40 años; pero si se les asigna la cifra, más adecuada, de 25 años, la fecha se sitúa hacia 1290, en cuyo caso el faraón que redujo a servidumbre a los hebreos (Éxodo I , 8: Tomemos precauciones contra él [pueblo de Israel] Pusieron, pues, capataces a los israelitas para oprimirlos con duros trabajos y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito Pitom y Ramsés ) pudo ser Seti (1318-1304) y el del Éxodo, Ramsés II (1304-1237). Según eso, Moisés nacería a finales del s. XIV a. C.
Las "doce tribus" parecen el resultado de un proceso de asimilación, intercambio y organización federativa entre los grupos salidos de Egipto y otros ya residentes en Palestina, con alguna comunidad cultural (semítica) que les ayudó a oponerse a otros rivales y, singularmente, a los filisteos, que operaban desde la costa, puesto que Edom (al S), Moab (al E. del Mar Muerto) y Amón (en el borde del Desierto Sirio), aunque politeístas, eran, más bien, considerados por el conglomerado "Israel" no israelitas pero sí "hebreos". El número de tribus fue creciendo más tarde por incorporación de grupos parecidos al hebreo pero ya residentes en Palestina (bajo David) y de asentamientos de cananeos (bajo Salomón: los gibeonitas, entre ellos). Este conglomerado, un tanto laxo, tiende a actuar unido episódicamente bajo la presión de algún peligro cercano que obliga a unificar esfuerzos de guerra bajo la dirección de un "caudillo" (juez), jefe carismático del tipo de Elías o Samuel. El hábito cooperativo y la consistencia del enemigo dieron como fruto la creación de un sistema de poder estable y unificado (la monarquía de tipo cananeo), instaurada por Samuel, el último caudillo profético, en la persona de Saúl (1030) a quien sucedió otro protegido de Samuel (David, 1010), cabeza de una dinastía que continuaron sus descendientes Salomón (972) y Roboam (933), bajo el gobierno del cual el reino se dividió en dos: uno meridional, pequeño y más pobre, pero que incluía Jerusalén con su Templo (Judá); y otro septentrional, más amplio, rico y cananeizado (Israel), enfrentados a menudo y que desaparecieron por obra de asirios (Israel, 738 y 721) y neobabilonios (Judá, 587). Ciro de Persia permitió el regreso de los deportados que desearon hacerlo a Jerusalén (537), donde la comunidad judía vivirá pacíficamente bajo dominio persa hasta que éste sea sustituido por el macedonio.
El temprano monoteísmo, rasgo distintivo de la comunidad hebrea de Israel, tiene su símbolo físico en el Templo de Salomón, en Jerusalén, donde se guarda el Arca de la Alianza o pacto entre Yahveh y su pueblo. A diferencia de los restantes pueblos conocidos, ningún otro templo (no ya a otro dios, sino tampoco a Yahvéh) fue consentido por la ortodoxia isrealita.
Sólo puede rendirse pleno culto a Yahveh en el Templo de Jerusalén. De
ahí el papel cohesivo y simbólico que, milenariamente, han tenido en
todo tiempo la ciudad y su templo para los seguidores de la Ley de
Moisés.