I. Periodo protodinástico, arcaico o presargónico
La población creció por el desarrollo de las instituciones de las
Ciudades-Estado (=CE) y su territorio agrícola a lo largo de los dos
grandes brazos del Éufrates en la Baja Mesopotamia (al Este
del curso actual del río). Los espacios libres entre CE fueron, con
probabilidad, dominio de pastores, verosímilmente unidos por una lengua
(semítica) flexiva distinta de la aglutinante de los sumerios, los
primeros en urbanizarse y en suministrar selectos escribas. No se
aprecia oposición étnica o política entre ambos grupos, que vivieron en
simbiosis. Al Norte, en la zona de la futura Babilonia, menos
urbanizada, los semitas eran mayoría y poblaban lo que luego se
llamaría país de Acad (Akkad, Agadé).
La Mesopotamia sumeria comprendía, de S. a N., la antigua y santa ciudad de Eridú, la rica Ur, Larsa, Uruk (la mayor, 400 ha, actual Warka), Shuruppak (Fara) y la ciudad santa de Nippur. Al E. de este grupo, el área dominada por Lagash (Lagash + Girsu), rival de Umma (algo más al N.) Cada una de estas CE obedecía a un en, ensi o lugal, a menudo vicario del dios patrono de la ciudad. La emancipación progresiva del poder regio origina la construcción de palacios (centros de gobierno), hacia 2600 (Eridu, Kish, Mari). Hubo algún tipo de liga entre determinadas ciudades y una cierta conciencia de comunidad cultural que llevó a un culto común al gran dios Enlil, dios uránico (con sede en Nippur) y que era considerado origen de toda realeza. Un tercer grupo, menor, que incluyó Eshnunna, existía en el bajo Diyala. En el periodo Dinástico arcaico III (H. 2600-2350) se difunde la civilización sumeria por Mesopotamia (al menos hasta Mari). La arqueología prueba intercambios de productos de origen remoto (tumbas reales de la I dinastía de Ur).
II. Instituciones.
Son mal conocidas. La documentación hoy disponible ha debilitado la
tesis de la Ciudad-Templo, administrada por un poderoso grupo
sacerdotal (Falkenstein). Los escribas, cada vez más organizados como
estamento, elaboran la escritura y sus usos administrativos y se
sitúan en el centro del impulso intelectual. A mitad del milenio hay ya
una verdadera literatura, aunque muy arcaica, sobre todo de himnos en
honor de los templos y de aforismos de sabiduría que no dejó ya de
practicarse en las culturas posteriores. A fines del periodo surge en
Lagash la narración del día de la creación, efecto de las bodas
primordiales del Cielo y la Tierra. Las cosmogonías muestran a los
dioses jerarquizados, al modo en que lo están el mundo y las CE. Hubo,
al fin, dos grandes concepciones más o menos enfrentadas. Según una, la
primacía estaba en Eridú, la ciudad de Enki, dios del agua dulce de los
abismos celestes; según otra, en Nippur, sede de Enlil, fuente del
poder monárquico soberano. Algunos documentos muy antiguos muestran
que, en el comienzo histórico casi inmemorial, la primacía la poseyó
Kish, cuyo rey era un árbitro de conflictos, en cierto modo imperial.
Las guerras entre CE son guerras entre sus dioses, que encomiendan su
realización a los reyes, como se lee y ve en la Estela de los Buitres
(h. 2400, del rey Eannatum de Lagash), en que el dios Ningirsu, en el
cuerpo del rey, captura a sus enemigos con la red de Enlil, rey de los
dioses. Eannatum narra sus victorias sobre Susa y Mari, que tenía ya
medio milenio y era ciudad amurallada, la cual recibió así, igual que
Ebla (algo más al O.), la cultura sumeria. El sobrino de Eannatum,
Entemena, relató sus guerras con Lagash y otros vecinos, y parece que
creó categorías conceptuales que se usaron en lo sucesivo: llamó
hermandad a su alianza con Uruk y libertad a la existencia de paz
social. Urukagina, último rey de Lagash, consignó por escrito su
actividad reformador y expresó en sus textos su preocupación por los
pobres, en una actuación precursora de los códigos de leyes.
En el Éufrates medio, Ebla fue el centro de un importante
sistema de dominio más comercial que político que sobrevivió hasta
tiempos de Acad. Extendió su control por la Siria central, desde
Carquemísh hasta Hamá y mantuvo relaciones con los faraones Kefrén
(Jefrén, Jufu) y Pepi (Fíope) I. Los ricos archivos muestran su
complejidad administrativa y diplomática, sus relaciones intensas y
conflictivas con los reyes de Mari y la variada rocedencia de su
cultura, con dominio del elemento semítico, apreciable, entre otras
cosas, en su lengua, que es de esa familia.