Historia Antigua - Universidad de Zaragoza - I Ciclo - Prof. Dr. G. Fatás

LA CIUDAD. IDEAS GENERALES

En relación con el paso de la aldea a la ciudad hay que situar, a modo de paisaje económico de fondo, y como circunstancia relevante, el paso de la agricultura seca y extensiva a la de regadío, capaz de independizar en buena medidad la producción respecto de la meteorología y de acrecer en mucho los excedentes de producción. Hasta donde sabemos, el tránsito se produce a un tiempo en el Nilo y Mesopotamia. En esta última, la puesta en marcha de la irrigación hizo frente a problemas enormes, por el régimen irregular de los ríos. La complejidad que requería el sistema más sencillo de los posibles y la envergadura de los trabajos no podían ser superados por la organización aldeana: era precisa una organización social más rica y complicada, más densa, que se basó en una división del trabajo más variada y articulada.
Precisamente de la división del trabajo nace la ciudad. No se trata de una aldea mayor o mejor defendida sino, ante todo, de un conjunto en que nadie es autosuficiente. La autarquía individual o familiar va extinguiéndose. Todo el mundo trabaja en función del resto y el trabajo tiende a organizarse puramidalmente. En el esquema ideal, la base se halla ocupada por los productores de alimentos (agricultores, ganaderos), sobre los que se sitúan los artesanos, comerciantes y administradores, por ese orden teórico. En el vértice, el poder soberano y habitualmente unipersonal ("rey"), asistido por los nobles (función militar y poderío económico) y los sacerdotes (función ideológica y, a menudo, poder económico), los cuales, asimismo, ocupan la cúspide del nivel administrativo.

El rey, imagen divina o divinidad, es ante todo el intermediario entre la comunidad y las fuerzas sobrenaturales, el garante de la armonía. Decide el destino global del conjunto y, específicamente, de la guerra y la paz. Sólo él tiene acceso a la información variada que exige una tal toma de decisiones. Por eso la guerra de la Ciudad es "Guerra del Rey", decidida unilateralmente por éste.

A partir del IV milenio empezamos a conocer ciudades; pero su existencia no implica la desaparición de las aldeas, aunque existen cada vez más inmersas en la esfera de acción de las ciudades. Éstas tienden a hacerlas tributarias. Las aldeas-residencia (sobre todo de agricultores y criadores) producen bienes primarios de los que subsisten, pero una notable parte de los mismos va a acumularse a templos y palacios: esto es, a los almacenes comunitarios controlados por la administración de la ciudad para contribuir a mantener y reproducir el sistema ciudadano. Algunos historiadores hablan de revolución urbana para destacar la importancia de este proceso. Baste señalar que esta nueva organización dio cobijo y fomento al trabajo de los metales (hornos de alta temperatura) y a la escritura.


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