Menchú, Rigoberta

"RIGOBERTA: La nieta de los mayas"

Ed. Aguilar


Rigoberta Menchú Tum nació en 1959 en Chimel, una pequeña aldea de las montañas del Quiché guatemalteco. Como culalquier niña maya, conoció de pequeña el trabajo duro en los grandes latifundios y, a los 19 años, entró a militar en el Comité de Unidad Campesina (CUC), mientras el Ejército Nacional Ilevaba a cabo su campaña de arrasada: el exterminio de la población sospechosa de pertenecer a la oposición armada. El 9 de septiembre de 1979 su hermano menor fue secuestrado y asesinado par el Ejercito; el 31 de enero de 1980 su padre fue quemado vivo junta con otros veitinueve ocupantes de la Embajada de España y, pocos meses después, su madre moriria también torturada. Rigoberta salio del país y se refugió en Méxicoa Los 21 años, en donde fue acojida por Samuel Ruiz, obispo de Chiapas. Allí continuó aprendiendo el español, así como a leer y escribir.

PREFACIO
En este libro extraordinario, Rigoberta Menchú cuenta su historia, y contándola cuenta la historia de muchos. Mujer habitada, ella contiene un gentío, que en ella anda y dice. Otros tiempos respiran en su tiempo, tiempos que vienen de lo más antiguo del tiempo, y son muchos los pies que caminan en sus pasos.
Voz de voces, tiempo de tiempos, Rigoberta no habla sobre los indios mayas, sino desde ellos. Y con ellos va el lector, página tras página, metiéndose poquito a poco en los misterios de la tierra, donde Rigoberta brotó. Allí su ombligo fue quemado y enterrado, para que eche raíz; allí recibió su primer nombre, un nombre indígena que le fue prohibido porque no figuraba en el santoral católico.
Este libro relata los sueños y las pesadillas de esa tierra desgarrada por el ejército, violada por los mercaderes, mentida por los políticos, despreciada por los doctores; esa tierra sagrada, donde Rigoberta Menchú se alza sobre las ruinas y dice: "A mí, la vida me maravilla".

Eduardo Galeano

PRESENTACION

La estadística a veces nos permite imaginar la magnitud de una tragedia ocurrida en el centro mismo del silencio. Más de cuatrocientos cuarenta pueblos destruidos totalmente, más de cien mil civiles asesinados o desaparecidos, más de un millón de desplazados internos y más de cien mil personas que pudieron atravesar la frontera con México huyendo de la muerte.
La desaparición, el asesinato, la tortura y las ejecuciones no fueron sólo actos aislados bárbaros de miembros del Ejército de Guatemala. Las terribles violaciones de derechos humanos fueron planificadas fríamente en torno a una mesa de trabajo en base a una política de tierra arrasada decidida en las más altas instancias del Estado. Una política destinada a eliminar a miles de reales o presuntos opositores al Gobierno. Las víctimas, en su mayor parte, fueron indígenas.
La muerte casi sin interrupción se prolongó par más de treinta y cinco años en el centro mismo del silencio, la indiferencia o la complicidad de la llamada comunidad internacional. Al principio de todo, en octubre de 1966, la policía y el Ejército de Guatemala emprendieron intensas operaciones de contrainsurgencia en los departamentos de Izabal y Zacapa. Se estima que entre tres mil y ocho mil guatemaltecos murieron en estas operaciones combinadas. El 26 de enero de 1968, en una entrevista de la revista Time, el coronel John Webber, agregado militar de Estados Unidos en Guatemala y que después sería asesinado por la guerrilla, reconoció que había sido idea suya la operación contrainsurgente y que, gracias a su propia iniciativa, la técnica del antiterrorismo había sido puesta en practica por el Ejército de Guatemala en el área de Izabal.
Esta guerra en la que nunca fueron hechos prisioneros cubrió de sangre un país de apenas diez millones de habitantes par más de tres décadas. Aunque algunas de las centenares de matanzas fueron cometidas par la guerrilla, la mayor parte de las mismas fueron responsabilidad del Ejército y sus aliados. Un Ejército con decenas de miles de soldados y más de un millón de miembros paramilitares y Patrullas de Autodefensa Civil. Estas patrullas fueron diseñadas para obligar a los campesinos a participar en la erradicación de la guerrilla y, en general, a eliminar la actividad política de oposición al Gobierno. Muchos de los que se negaron a participar en esta cacería de guerrilleros y opositores al Gobierno, o que trataron de escapar del servicio en las patrullas civiles, fueron a su vez víctimas de violaciones a los derechos humanos.
La cosecha de tanto muerto y desaparecido fue sepultada par décadas bajo la amenaza de la represión y el miedo. Nadie quería hablar más allá de los muros de su casa de lo que le había pasado a su hermano, a su madre, a su esposo o a su hijo. Un vecino patrullero, y que había sido autor o cómplice de la desaparición o del asesinato, vivía en la misma aldea que el testigo o el familiar de la víctima. ¿Cómo hablar sin ser escuchado por el poder que mata?
Yo llegué a Guatemala, como representante de Amnistía Internacional, a principios del año 1996. Las víctimas comenzaban a desenterrar la memoria de los escombros del miedo. Sólo en un diminuto pueblo del departamento de Baja Verapaz, decenas de viudas se reunieron con nosotros para indicarnos, con una precisión escondida par décadas, los pozos, barrancos y fincas donde se amontonaban clandestinamente los restos de hijos, maridos o hermanos. También conocían los nombres y las caras de los asesinos y dónde vivían. La angustia de las viudas reclamaba verdad y justicia pero, sobre todo, recuperar del vacío a todos sus muertos. La memoria había sido desenterrada intacta después de casi treinta y cinco años de silencio. Luego supe que los ritos funerarios constituyen una tradición fundamental en las comunidades indígenas de Guatemala. Según Las creencias mayas, el espíritu insepulto de una persona muerta permanece suspendido entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y puede incluso deambular enojado par la Tierra, buscando venganza contra la comunidad y los familiares responsables de su falta de sepultura.
Sólo en el periodo de 1994­1995 al menos veintisiete cementerios clandestinos habían sido denunciados ante las autoridades del departamento de Baja Verapaz. Las organizaciones de derechos humanos en Guatemala calculan que existen más de quinientos cementerios clandestinos en el país.
Rigoberta Menchú resume en sí misma cada una de las variantes de esta tragedia y significa quebrar, para siempre, el centro mismo del silencio, del miedo y la represión. Rigoberta sufre la discriminación recién nacida cuando su padre no puede registrar su verdadero nombre, M'in; su padre muere quemado el 31 de enero de 1980 en el asalto del Ejército a la Embajada de España en Guatemala, junto a alguno de sus amigos; su madre es secuestrada en el cuartel del Ejército del destacamento de Xejul; su hermano Patrocinio desaparece a manos del Ejército; ella misma pide refugio en México junta a más de cien mil de sus compatriotas; tiene miedo par los demás cuando empieza a escribir un libro sobre su vida y relate que "quité [del libro] los nombres, los nombres de mis hermanos, los nombres de los vecinos, sobre todo los nombres"; regresa a Guatemala en el año 1988 y es detenida en el aeropuerto; finalmente exclama, como miles de otras víctimas que rebuscan entre los escombros de la memoria, que "nadie puede dejar olvidado a un ser querido... en una fosa común".
Rigoberta Menchú representa en una misma vida todas las tragedias sufridas por el pueblo de Guatemala pero también simboliza la pujante sociedad civil e indígena de Guatemala convertida en freno y portavoz de las víctimas frente a los abusos del poder. Ella misma explica en este libro cómo pasa a formar parte del Comité de Unidad Campesina y cómo se organiza junta con otros para defender los derechos de indígenas y campesinos. Desde 1985 hasta la fecha se han logrado consolidar en Guatemala centenares de organizaciones de solidaridad y derechos humanos que son el principal tope frente a la impunidad y a la represión. Esta sociedad civil ha tenido muertos y desaparecidos y todavía recibe amenazas e intimidaciones. Sin embargo, crece y se multiplica.
Con la paz firmada el 29 de diciembre de 1996 entre el Gobierno y la guerrilla, se abre en Guatemala un periodo de esperanza... pero también de una aterradora falta de justicia. Amnistía International sabe por experiencia de muchas partes del mundo que, cuando se firman acuerdos de paz tras periodos prolongados de gravísimas violaciones a los derechos humanos, la impunidad entra par la puerta y la justicia salta par la ventana. Guatemala es un país donde víctimas y asesinos, principalmente en zonas rurales, conviven puerta con puerta. Beben de los mismos pozos, cuidan los mismos animales y se encuentran cada día por los caminos de las aldeas. La reconciliación de Los que se conocen no puede imponerse par decreto­ley; necesita, sobre todo, luz, taquígrafos y justicia. Los familiares no pueden perdonar en abstracto a quien incluso no se arrepiente de nada.
Los centenares de miles de familiares de víctimas de la represión tienen el derecho a conocer qué les paso a sus seres queridos y deberán recibir compensación de un Estado que planeó en una mesa de trabajo su muerte o desaparición física; los responsables deben ser identificados y llevados ante la justicia. Sólo así Rigoberta Menchú podrá saber dónde están sus seres queridos desaparecidos, y una joven viuda y huérfana aquien conocí en Baja Verapaz podrá dejar de bajar la cabeza cada vez que el asesino de su marido y su padre le sonría displicentemente libre cuando se encuentran camino de la aldea.

ESTEBAN BELTRA

es director general

de la Sección Española

de Admnistía Internacional.


RIGOBERTA:
La nieta de los mayas
"Este libro relata los sueños y las pesadillas de una tierra desgarrada por el Ejercito, violada por los mercaderes, mentida por los políticos, despreciada por los doctores."

Eduardo Galeano

(Escritor)

"Rigoberta nos cuenta no sólo las memorias de su vida más reciente, las amenazas, las provocaciones, los miedos, las pequeñas victorias estratégicas y las mometáneas conquistas políticas sino también las refexiones, las ideas y las propuestas, medidas por su cultura maya."

Gianni Minà

(periodista)

"Rigoberta Menchú representa en una misma vida todas las trajedias sufridas por el pueblo de Guatemala pero también representa la pujante sociedad civil e indígena de Guatemala convertida en freno y portavoz de las víctimas frente a los abusos de poder."

Amnistía Internacional

"Simple y sencillamente, soy una nieta de los mayas. Ni siquiera hija, porque la hija es más cercana. Ser nieta significa tener abuelos, tener historia, tener pasado; al mismo tiempo que representa poseer sangre joven, pertenecer a una generación nueva, asomarse al futuro. soy nieta de los mayas y creo que hay cosas que cambiarián más adelante."

Rigoberta Menchú

(Premio Nobel de la Paz)