
Nélida E. Boulgourdjian (Dra. en Historia,
de EHESS)
Institución: Facultad de Filosofía
y Letras (UBA)
Cátedra Libre de Estudios armenios
e-mail: catedraestudiosarmenios@yahoo.com.ar
La red asociativa armenia
en Buenos Aires a partir de la inmigración masiva de principios
del siglo XX. Una mirada en espejo con la red asociativa
armenia de París
La presente investigación se centra en las asociaciones armenias, establecidas
en Buenos Aires a partir de la inmigración masiva de principios
del siglo XX, observadas desde un enfoque microsocial en una perspectiva histórica
de largo duración. Así, procuramos captar y problematizar
la constitución de esas asociaciones, en su origen y evolución,
los factores del entorno social y endógenos que las condicionaron.
Procuraremos también caracterizar las orientaciones, objetivos,
formas organizativas y comprender la naturaleza y significación
de las prácticas que desarrollaron. En suma, trataremos
de identificar en su evolución continuidades y rupturas
e interpretar las tensiones y desafíos con los que los inmigrantes
se confrontaron.
En los estudios pioneros sobre la red asociativa de los migrantes analizadas
por Gino Germani para el caso argentino, esas asociaciones
eran percibidas como estructuras facilitadoras de la integración.
El autor sostenía que las asociaciones, a medida que transcurría
el tiempo de residencia, tuvieron la función de “intermediarias
entre los grupos inmigrantes y la sociedad nacional. En
ese sentido, favorecieron sin duda su integración a la vida
del país, aun cuando pudieran mantener en vigencia tradiciones
culturales de los países –a menudo de las regiones- de origen”.
El gran aporte innovativo en el estudio de las asociaciones de los inmigrantes
fue el del historiador americano, Samuel Baily quien, a
partir del análisis de las sociedades mutuales italianas
de Buenos Aires, trató de demostrar que en tanto dichas
mutuales fueron mucho más fuertes y estables que las de
los Estados Unidos, cumplieron con el rol de evitar la asimilación,
favoreciendo la construcción de una comunidad en Buenos
Aires y la preservación de la identidad cultural de los
italianos. “Este proceso a su vez creo –dice el autor- una
barrera a la absorción cultural de los inmigrantes”.
A partir de estos enfoques generales que incidieron en la formulación de
nuestros interrogantes sobre las asociaciones armenias,
proponemos una aproximación a la red asociativa como dimensión
de la pertenencia de un grupo en tanto remite a una sociabilidad
de tipo comunitario alrededor de un proyecto colectivo. El interés en las asociaciones
–referente empírico de nuestra investigación - radica
en que el análisis de la misma puede constituirse en un
lugar privilegiado para detectar las expresiones culturales
y la producción de una simbología
de la pertenencia y, al mismo tiempo, como espacios de discusión
de perspectivas y cosmovisiones diversas sobre la resocialización
y adaptación del grupo estudiado al nuevo país.
Teniendo en cuenta la heterogeneidad de las asociaciones según los momentos
históricos, se analiza la historia institucional armenia
en Buenos Aires, por momentos (de gestación, de maduración
y de decadencia) con el objeto de determinar dónde está
puesto el centro de gravedad o prodeminancia en cada uno
de ellos ¿lo político, lo asistencial, lo mutual o cultural?
Este estudio adopta, en su aproximación a la historia de la red asociativa
armenia, una postura ecléctica que se inspira en distintas
tradiciones teóricas. Parte de un análisis empírico fundado
en lo que es específico de la investigación histórica: el
trabajo de archivos. Toma, a la vez, de las ciencias sociales
otros métodos de recolección e interpretación de la información
concerniente al mundo social. Asimismo, combina e intenta
integrar los métodos cuantitativos (censos, listado de socios
de instituciones) y cualitativas (estatutos, actas de las
asociaciones, memorias, prensa escrita, entrevistas) con
el objeto de explicar la permanencia o continuidad de las
instituciones en el tiempo, así como la percepción y participación
de los propios miembros y la acción del Estado en la vida
asociativa de los inmigrantes.
Interrogantes y problemas
Una investigación en profundidad llevada a cabo en archivos franceses abrieron
otras perspectivas de análisis sobre las asociaciones armenias
permitiendo detectar que en París, además de las asociaciones
tradicionales (como expresión del sentimiento patriótico
y como ámbitos de sociabilidad y de preservación sel recuerdo
de la tierra mítica), existían otras cuyo objeto declarado
era facilitar la integración a la sociedad francesa. Estas asociaciones eran de diverso tipo
como políticas, profesionales, gremiales que hemos llamado
asociaciones “intermediarias” o de intermediación.
En cambio, en la Argentina, observamos que
fueron creadas filiales de las asociaciones armenias -benéficas,
culturales y políticas-, originadas algunas en el Imperio
otomano, con ausencia de las asociaciones “intermediarias”
tal como las hallamos en Francia. A lo largo de la tesis
doctoral ya citada demostramos que el Estado argentino,
de acuerdo con el mito civilizador del inmigrante, como
pieza fundamental en el poblamiento del país, era más permisivo
en lo concerniente a la recepción de los inmigrantes mientras
que el Estado francés, interesado en cierto tipo de inmigrantes
- trabajador inmigrante- que cubrieran los trabajos rechazados
por los nacionales, creó los mecanismos para controlar más
que el ingreso, la vida cotidiana de los inmigrantes. Esta
situación incidió en la creación de una diversidad de asociaciones:
más ligadas a la tradición asociativa armenia en el caso
de Buenos Aires, y en París, fueron fundadas, además, otro
tipo de asociaciones cuyo objetivo explícito era la integración
a la sociedad francesa.
En esta ponencia
nuestro objeto no es comparar la formación de la red asociativa
en ambas ciudades –ejercicio realizado en la tesis doctoral-
sino que tomamos el caso de París por su particularidad,
funcionando como un “espejo para poder repensar la propia
historia”.
Una revisión bibliográfica
La vida asociativa de los armenios en la diáspora fue muy activa; sin embargo,
los trabajos a ella consagrados son escasos o se presentan,
en general, como parte de la historia migratoria. Consideramos
pertinente centrar nuestro estudio en la red asociativa
armenia por tratarse de un campo problemático que ha despertado un interés
parcial en los historiadores, no así entre los propios inmigrantes
que, desde el momento en que se instalaron en los nuevos
lugares, crearon sus asociaciones, las que se constituyeron
en espacios abiertos a la sociabilidad.
Los trabajos pioneros del historiador americano Samuel Baily –ya citado-
sobre las sociedades de ayuda mutua de los italianos en
la Argentina así como los
de Fernando Devoto ampliaron los posibles abordajes del
tema y las metodologías
propuestas por ambos fueron adoptadas por los historiadores
de grupos migratorios que los sucedieron, la mayoría se
consagró al periodo que se extiende de fines del siglo XIX
a las primeras décadas del siglo XX; pocos son los trabajos
que se centraron en el período de entre guerras.
En esta sección citaremos algunos autores que han orientado la construcción
del objeto de estudio. Cito en primer término el trabajo
de Martine Barthélemy, de suma utilidad para conocer la problemática
de las asociaciones en un ámbito más amplio del de las asociaciones
de migrantes. El estudio de Barthélemy se centra en el fenómeno
asociativo como dimensión de la participación, en tanto
proceso voluntario de movilización de los individuos en
un grupo constituido, más o menos durable que interviene
en la esfera pública. También fue para nosotros sugestiva la
cuestión planteada por Barthélemy sobre las asociaciones
como prolongación de los poderes institucionales, sobre
todo el Estado, que se inscriben en una estrategia de control
social.
Con referencia a las asociaciones de inmigrantes en particular, el historiador
americano Sam Baily destaca el rol de las asociaciones como
facilitadoras de las relaciones sociales, evitando a la
vez la asimilación de los inmigrantes italianos y favoreciendo la construcción de una comunidad
en Buenos Aires.
El historiador Devoto avanza en una cuestión diferente en el sentido de
que las sociedades mutuales podrían ser analizadas como
ámbitos ya no de construcción de identidades nacionales
sino como lugares
de sociabilidad política o cultural a través de las cuales
se transmiten determinados valores y prácticas de comportamiento.
Una cuestión que se relaciona con la dimámica interna de las asociaciones,
la del liderazgo étnico, fue analizada por el historiador
americano J. Higham y luego retomada por algunos estudios
consagrados a grupos migratorios en la
Argentina.
De la vasta historiografía francesa sobre procesos migratorios citamos algunos
autores que han inspirado nuestras interrogaciones y perspectivas,
como la historiadora Nancy L: Green quien señala que las
asociaciones constituyen una fuente valiosa para analizar
la instalación de los inmigrantes pues ellos crean todo
tipo de sociedades de beneficencia como “un medio de conservar
un vínculo con su pasado y tejer una red de solidaridad”.
Según esta autora las instituciones de inmigrantes “proveen
servicios que les permiten integrarse e informarse sobre
los usos y costumbres.”
M. A. Hily y M. Poinard, en un estudio sobre las asociaciones portuguesas
en Francia señalan las diferentes funciones de las asociaciones
y el sentido de las mismas; afirman que la creación de estructuras
colectivas en el país de inmigración pueden ser consideradas
como una prolongación de los cuadros tradicionales de sociabilidad
“aldeana”. Así, las redes clásicas (familiares, “aldeanas”)
juegan un rol mayor no sólo en el momento de la partida
sino también cuando se crean las asociaciones.
Las asociaciones –agregan los autores- no constituyen el espacio exclusivo
de las expresiones de la identidad; ellas también pueden
ser vistas como espacios de sociabilidad política que ayudan
a la inserción en la sociedad moderna y a la vez, la protegen
contra ella o como espacios específicos de la producción
simbólica de la pertenencia.
En resumen, el estudio de Hily y Poinard se centra en la vida asociativa
como expresión de la “identidad-pertenencia” pero a la vez como estructuras colectivas
prolongan las organizaciones tradicionales de sociabilidad
de la comunidad “aldeana”.
Con respecto a las asociaciones armenias, la antropóloga francesa Martine
Hovanessian sostiene que el carácter definitivo de la inmigración
armenia a Francia luego del Genocidio de 1915
ha determinado la construcción de
conductas sociales singulares para mantener la antigua cohesión.
Desde el comienzo de la inmigración, la autora observa una
tentativa de reproducción de las estructuras comunitarias
del “país” de origen. Según esta autora, las asociaciones
que comenzaron siendo una continuación de las estructuras
de sus lugares de origen pasaron a ser luego espacios de
“resistencia a la aculturación”.
En su importante investigación sobre la comunidad armenia de Issy-les-Moulineaux,
Hovannesian destaca la importancia de la iglesia apostólica
armenia que, desde su inauguración puso su impronta en la
vida comunitaria pues “hay una vida ‘alrededor’ de la iglesia”,
según un entrevistado.
El historiador francés G. Noiriel sostiene que en el caso armenio, las asociaciones
tuvieron un peso de lo político importante puesto que su verdadero objetivo fue “la conquista
o reconquista del Estado nacional”, luego del Genocidio. Noiriel señala que la presión que el
Estado francés ejerció bajo la ley 1901 sobre las asociaciones
de inmigrantes incidió en la adaptación de los objetivos
declarados a sus exigencias, por el temor a la prohibición
de funcionar libremente o, incluso, en el ocultamiento de los
verdaderos objetivos.
En síntesis, los autores comentados en esta sección proponen un acercamiento
a las asociaciones no como espacios cerrados sino como estructuras
dinámicas cambiantes teniendo en cuenta los momentos en
que fueron creadas. Las ideas desarrolladas por estos autores
sobre la red asociativa de los migrantes (como espacios
de sociabilidad, como dimensiones de la pertenencia, como
espacios de “resistencia a la aculturación” y, a la vez,
con una fuerte presencia de lo político que se oculta detrás
de los objetivos filantrópicos o culturales) han orientado
nuestros interrogantes y la formulación de los problemas.
El Genocidio como ruptura de las estructuras
comunitarias y la emigración.
La llegada a Buenos Aires.
El Genocidio, hecho traumático en la vida de los armenios, significó un
profundo cambio para los que habitaban en el Imperio otomano;
para algunos fue el camino hacia la muerte y para otros,
los sobrevivientes, significó el desarraigo y la reconstrucción
de sus vidas en otros latitudes. El proceso de dispersión
que trajo aparejado fue definido como “Gran Diaspora”, para diferenciarla de la anterior anterior,
de ricos comerciantes, intelectuales y políticos; dicho
proceso dio origen a las diversas comunidades armenias de
Europa y de las Américas. Este hecho también incidió en
la vida comunitaria puesto que la convicción de que la emigración
era definitiva los indujo a crear estructuras comunitarias
más estables.
En su viaje a la Argentina
los armenios emprendían el camino generalmente desde Beirut
hasta algunos de los puertos autorizados por el gobierno
argentino en Europa (en 1923, año cuyo saldo migratorio
fue el más elevado de la década, los puertos de embarque
más frecuentados eran Cherburgo, Marsella, Liverpool, Nápoles
o Trieste) para embarcarse en los transatlánticos que los
conduciría a Buenos Aires..
De acuerdo con una investigación realizad en la Lista de Pasajeros de la Dirección de Migraciones
de la
Argentina, el flujo migratorio se incrementó
en 1909 y creció hasta poco antes de la Primera guerra mundial, cuando
las dificultades en el transporte de ultramar determinaron
su disminución. La década de 1920 fue la de mayor afluencia,
especialmente luego del Tratado de Lausana cuando ya las
esperanzas de una solución a la llamada “cuestión armenia”
se habían diluido.
La inmigración armenia siguió la tendencia general del flujo migratorio
en la
Argentina: se orientó en mayor medida hacia
las ciudades que hacia el campo y fue la ciudad de Buenos
Aires, la capital, la que atrajo un mayor número de armenios.
Lo difícil, sin embargo, es determinar su número, dada la falta de estadísticas. Las fuentes argentinas no desagregan
los armenios de los otros grupos migratorios provenientes
del Imperio otomano, como sirios y libaneses. En las Memorias
de la Dirección de Migraciones,
hasta 1920 no están diferenciados de los otomanos y de los
turcos; en el censo municipal de 1914 no figuran los armenios,
quienes se pierden entre los de nacionalidad turca u otras.
Para subsanar al menos en parte esta distorsión y con el
objeto de conocer el número de los ingresados así como los
flujos migratorios hemos consultado las Listas de Pasajeros
entre 1898 y 1923 inclusive. A pesar de sus limitaciones
por los errores al confeccionarlas y por indicar solamente
el ingreso y no el saldo migratorio, esta fuente es muy valiosa dado que permite registrar
a los armenios que entraron con otras nacionalidades. En
lo concerniente a las memorias de la Dirección de Migraciones
se observa que la incidencia de los armenios en el total
de ingresados fue muy pequeña ; entre 1923 y 1927 no
llegaban al 1%.
Las fuentes comunitarias armenias aportan algunos datos. El historiador
Ashod Arzruní publicó en 1943 un anuario según el cual en
1909 había en Buenos Aires unos 200 armenios y, en 1916,
luego de descontar los 800 que habían partido a los Estados
Unidos y los 150 voluntarios que se unieron a la Legión de Oriente,
eran unos mil. Hacia 1943 serían según la misma fuente 19.000.
Otra fuente es la Memoria
y Balance de la Insritución Administrativa
de la Iglesia Armenia (IAIA),
según la cual y, de acuerdo con el censo encarado por la
institución, cuyos cuestionarios son inhallables,
habían 9400 armenios en Buenos Aires.
En un relevamiento realizado por un particular en 1940, en las localidades
del Gran Buenos Aires y en la Capital Federal (en
la
Capital Federal censó solamente
el barrio de Villa Devoto, alejado del centro neurálgico
de la comunidad, que en el período de referencia contaba
con un bajo número de armenios) se estimaba que sumaban
3700 y 15000 armenios respectivamente.
Con respecto a las fuentes argentinas, según un relevamiento realizado a
partir de las Listas de Pasajeros, entre 1900 y 1923 ingresaron
2221 armenios. Si bien esta fuente refleja los que ingresaron
mas no el saldo migratorio, inferimos que el número de los
que regresaron en el período posterior a la Primera guerra sería negativo,
dada su condición de apartidas y cuyos documentos tenían
la inscripción “sin retorno posible”.
El Censo Municipal de 1936 indica que habían 3054 armenios en la ciudad
de Buenos Aires; evidentemente se contabilizaba sólo a aquellos
que tenían nacionalidad armenia.
Las fuentes existentes para responder a este tema son incompletas pero permiten
tener una idea aproximada de las dimensiones de la “comunidad
armenia” en el período estudiado.
Primera etapa: gestación y emergencia de las asociaciones
armenias en Buenos Aires. Las asociaciones “de facto”
(1900-1922)
En la etapa
de gestación prevaleció la sociabilidad en espacios informales
(cafés o restaurants) que funcionaban a la vez como lugar
de reunión. Los recién llegados se acercaban a estos
lugares para obtener noticias de sus familiares (actuaba
como dirección postal) y de su tierruño así como para informarse
de las posibilidades laborales.
Entre las
asociaciones orientadas al campo social (salud, educación
y beneficencia) que llamamos de gestión o parapúblicas,
se creó la
Sociedad de Beneficencia de los Armenios de la Argentina (1911, Parekorzagán
Enguerutiun Aryantiní Haiotz), la primera asociación en Buenos Aires
cuyas actas se conservan. En 1913 se denominó como
se la conoce actualmente, Unión General Armenia de Beneficencia
(UGAB) y se integró a la asociación mundial. Si bien esta asociación era benéfica,
se proponía fomentar la sociabilidad y la preservación cultural
sin descuidar el vínculo con Armenia. La asignación de fondos
destinados a la ayuda de los necesitados en carácter de
préstamo, y a los huérfanos de Armenia era otra de sus funciones. Los domingos se organizaban conferencias
y se leían diarios provenientes del Medio Oriente (lugar
donde se habían establecido parte de los sobrevivientes
de las masacres de 1915), con el objeto de mantener vigente
el vínculo con la Madre Patria. Para
integrarse exitosamente a la sociedad argentina y visto
el rechazo de la condición de obrero, se organizaban cursos de idioma castellano.
Los
partidos políticos armenios habían sido fundados
a fines del siglo XIX –algunos en el Imperio otomano y otros,
en Europa- con objetivos que iban desde el reclamo de autonomía
territorial a la solicitud de reformas civiles. Estos partidos
se instalaron en la diáspora, actuando como estructuras
de sociabilidad y de construcción de una identidad nacional
pero no como partidos políticos propiamente dichos (obtuvieron
la personería jurídica tardíamente, en la década de 1950).
Prohibidos en Turquía y en Armenia soviética, se reorganizaron
en la diáspora bajo distintas formas ocultando sus objetivos
políticos, para evitar las persecuciones de que eran objeto
las agrupaciones políticas extranjeras (nos referimos en
particular al caso argentino y francés).
En lo concerniente
a la organización de los partidos políticos armenios en
Buenos Aires, sus simpatizants iniciaron informalmente sus
actividades en la etapa de gestación pero su organización
como “asociación cultural” –figura jurídica por la cual
obtuvieron la personería jurídica- es posterior. Por tratarse
de partidos políticos extranjeros no tenían la libertad
de actuar como tales, a diferencia de las asociaciones religiosas
o benéficas. Así, en la Argentina como en el resto
de la diáspora, los datos existentes de la etapa inicial
son aislados por el esfuerzo de estas agrupaciones políticas
por mantener en secreto sus actividades para evitar ser
vigilados; aún menor es la posibilidad de consultar sus
actas puesto que son secretas.
Los primeros
indicios de organización coinciden con la primera oleada
migratoria a Buenos Aires; algunos se organizaron ya como
agrupaciones políticas mientras que otros participaron en
forma personal en la fundación de asociaciones benéficas,
religiosas y sociales. A comienzos de la década de 1910,
los simpatizantes de la Federación Revolucionaria
Armenia (FRA) formaron las primeras agrupaciones que se
unieron al cuerpo partidario de Comité de Medio Oriente.
A partir de 1921 con la llegada de nuevos inmigrantes, se
fortaleció la agrupación
y en 1925 se inició la publicación de un pequeño
diario “Voz de protesta” (Pogokí Tzain) hasta que en 1932
se creó “Armenia” que continúa hasta la actualidad.
En tanto,
simpatizantes de la Organización
Demócrata Liberal (Partido Ramgavar) participaron
en la fundación de la
Unión General Armenia de Beneficencia así como del Centro Colonial Armenio
y de la Iglesia Aspostólica
Armenia. Finalmente, los simpatizantes del Partido Social
Demócrata Hentchakian actuaron desde la década de
1910 en la incipiente vida comunitaria. Con la sovietización
de Armenia, el partido Hentchakian consideró que parte de
sus objetivos se habían cumplido, situación que motivó la
dispersión de sus seguidores. La falta de local propio,
adquirido recién en la década de 1970 y la transformación
ideológica en la diáspora –aburguesamiento de sectores originariamente
populares- hizo el resto.
En síntesis,
las tres facciones políticas armenias trasladaron sus divisiones
a la diáspora. No se organizaron formalmente en la etapa
inicial sino mediante pequeñas agrupaciones de hecho que
fueron ganando adeptos con el tiempo. Sus simpatizantes
intervinieron en la creación de otras asociaciones -escuelas,
iglesia o sociedades benéficas-, indicando una identificación
institucional múltiple.
En la etapa de gestación se fundaron las “sociedades
regionales” o “compatrióticas”, en tanto espacios de recreación
de la memoria del “país” de origen. El inmigrante recién
llegado a la
Argentina tendía a reunirse con sus “compatriotas”,
originarios del mismo pueblo, provincia o ciudad de la región
Cilicia (Turquía) en asociaciones donde se recordaba la
memoria colectiva anterior al genocidio. Sus fines específicos variaron según
las épocas; las que surgieron con anterioridad a 1914, como
las creadas en los Estados Unidos por los trabajadores,
tenían la finalidad de ayudar a sus ciudades de origen.
A partir del Genocidio de 1915, la ayuda se orientó a los
huérfanos y a la búsqueda de familiares desaparecidos.
Teniendo
en cuenta que su función específica era la protección de
los inmigrantes y de los que habían quedado en su patria,
en la
Argentina como en el resto de la diáspora,
su época de esplendor se extendió de 1920
a 1930, momento en que se produjo
el mayor flujo migratorio. En Buenos Aires, en general tenían
objetivos similares: atender a las necesidades primarias
de los inmigrantes y preservar las tradiciones mediante
la recreación del recuerdo y de las costumbres de su terruño.
Cada asociación regional tenía su fecha de recordación que
convocaba a sus asociados y era una oportunidad para atraer
a los dispersos.
Probablemente,
la primera asociación regional de la etapa inicial en Buenos
Aires fue la Unión Compatriótica de Hadjin, creada en 1915. Tenía por objeto
la asistencia de los compatriotas perseguidos, el rescate
de los sobrevivientes de la “trágica marcha al desierto”
y facilitar su emigración a la Argentina. La asociación creada
en 1915, funcionó como “de hecho” hasta la década de 1950
en que se adquirió un local como sede propia y se tramitó
la personería jurídica.
En síntesis,
en la década de 1910, con anterioridad a la emigración definitiva
se crearon algunas asociaciones de carácter benéfico, cultural,
regional (“uniones compatrióticas”) y pequeños agrupaciones
de simpatizantes de los partidos políticos armenios. El
rol hegemónico que la Iglesia apostólica ocupó en la etapa pre migratoria
se trasladó a la diáspora, por su misión de cubrir no sólo
las necesidades religiosas de los inmigrantes sino también
las necesidades primarias.
El
rol de la Iglesia Apostólica
Armenia en el Imperio otomano: el sistema de millet
La Iglesia Apostólica
Armenia ocupó un lugar central en la vida comunitaria por
su carga simbólica y por su rol cohesivo en la dispersión, por encima de las diferencias políticas
de sus fieles. La Iglesia armenia en diáspora
y la red asociativa (educativas, benéficas, etc.) perpetuaron
el modelo de funcionamiento del millet
(nación) del Imperio otomano, con el objeto de
preservar la “armenidad” (haiabahbanoum), mediante la transmisión
de la lengua, la cultura y la memoria.
Si bien no todos los armenios pertenecen
a esta iglesia, sus fieles son mayoritarios, en tanto que
los seguidores de la Iglesia católica armenia
romana y la evangélica
son minoritarios. La Iglesia apostólica armenia fue reconocida
como una Iglesia “nacional”, es decir, de y para los armenios,
que favoreció su permanencia durante siglos, en ausencia
de un poder estatal. A nivel interno, sus fieles le reconocieron
su rol de liderazgo y, a nivel externo, como la representación
del colectivo armenio. Así, la carga de espiritualidad prevaleciente
en otras iglesias, se diluye por la connotación política
que la Iglesia Apostólica
Armenia ha tenido a lo largo de los siglos. Se habla, así
de una iglesia “nacional” cuyo peso político superó en ocasiones
la función religiosa.
Para
entender el peso simbólico de la
Iglesia armenia en el imaginario colectivo
nos remontamos al Imperio otomano donde las minorías estaban
agrupadas en entidades llamadas millet, bajo la dirección del patriarca
armenio de Constantinopla, quien era a su vez el que la
representaba ante el sultán. La
Iglesia armenia asumió diversas responsabilidades
luego de la cristianización del Estado armenio a comienzos
del siglo IV que fueron comunes a todas las iglesias cristianas.
A su carácter de líder espiritual el Patriarca armenio sumó
su acción en la esfera política como representante del pueblo
armenio en los concilios de estado. Entonces, la iglesia
mantuvo una responsabilidad compartida entre las esferas
política y religiosa.
Con el establecimiento del Patriarcado armenio de Constantinopla en el Imperio
otomano en 1461, la
Iglesia se convirtió en la institución
más influyente -de hecho y de derecho-, con la responsabilidad
de proteger a la “nación armenia”. Pero la entidad que institucionalizó
su existencia como minoría nacional fue el sistema de millet,
instaurado en el siglo XIX. Se entendía como tal a la
organización de pueblos conquistados según comunidades religiosas
y no de grupos étnicos cuyos antecedentes deben buscarse
en el esquema aplicado por los árabes en el Medio Oriente.
Este sistema de millet que contribuyó a fortalecer el rol
político de las minorías, se aplicó también a las judías,
griegas y armenias del Imperio otomano.
En síntesis, el sistema de millet,
que agrupaba a los armenios de la Iglesia Apostólica Armenia, reconocida como entidad
político-religiosa ante el sultán, y cuyo liderazgo era
ejercido por el Patriarca, instaló entre los armenios la
idea de nación unida a la iglesia. Por este sistema, la
Iglesia Apostólica armenia sumaría a su
rol misional un rol político. Retenemos, finalmente, algunas
cuestiones relevantes en la creación de la
Iglesia armenia en Buenos Aires: a) la
intervención de los laicos en la esfera religiosa, legitimada
en el Imperio otomano y en la diáspora por los estatutos
institucionales; b) la representación del Patriarca como
figura visible en el marco de esa entidad político-religiosa
o millet, ante el sultán que en la diáspora sería asumida
por la Iglesia Aspotólica Armenia; c) la idea de “iglesia
nacional” la que sumaría a su misión religiosa el rol de
mediadora en la preservación cultural.
La Iglesia Apostólica Armenia en Buenos Aires
La Iglesia Apostólica
armenia sumó a sus objetivos específicos -la satisfacción
de las necesidades espirituales de los inmigrantes- otros,
propios del destierro definitivo como la atención de sus
necesidades primarias. Desde 1912 existen referencias a
la formación de entidades cuyo objeto era la fundación de
la iglesia. Una de ellas fue la entidad llamada “Yegueguetzasiratz
Enguerutiun” (una traducción posible sería “Sociedad Piadosa”
o “Amigos de la Iglesia”).
Entre 1918
y 1922 la colectividad armenia se mantuvo en la incertidumbre
y añorante de la
Madre Patria; algunos, incluso, pensaban
en el regreso. Sin embargo, el Tratado de Lausana
(1923) que ignoró los reclamos territoriales armenios
diluyó las esperanzas del retorno; comenzaron, entonces,
a organizarse de manera definitiva "con el propósito
de mantenerse armenios en el crisol de América."
En conclusión, en la etapa de gestación, las redes
informales así como las asociaciones “de hecho”, con objetivos
proclamados pero no oficializados, tenían fines benéficos,
culturales, religiosos que remitían a la necesidad de adaptarse
al país receptor, pero al mismo tiempo, evitar la asimilación
mediante la rememoración de la historia pasada. Primaron
las asociaciones religiosas y políticas así como las benéficas,
que se afianzaron y se formalizaron en la siguiente
etapa.
Segunda etapa: de maduración y expansión (1922-1940)
En esta etapa, la más extendida en
el tiempo y productiva en lo cuantativo y cualitativo, se
crearon las principales asociaciones como el Centro colonial
armenio, la Institución Administrativa
de la Iglesia Armenia,
la red escolar. Los partidos políticos, en tanto, actuaron
intensamente en la vida comunitaria en su expresión informal.
El Centro Colonial Armenio
Los intentos de la etapa de gestación
por llegar a un acuerdo comunitario para la formación de
una entidad supra institucional fueron profundizados en
esta etapa. En 1922 con el objeto de organizarse alrededor
de las ideas de unidad, Madre Patria y "para vivir
como armenios en un país extranjero" (extranjero: odar),
se propuso la creación de un Centro en el que todos los
sectores estuvieran representados, cuyos objetivos serían
la preservación cultural y la ayuda económica. El Centro
Colonial armenio fue considerado como el núcleo o antecedente
de la que sería la Institución Administrativa
de la Iglesia Armenia (IAIA).
En otro esfuerzo por lograr el liderazgo del colectivo armenio,
sus fundadores aspiraban a que este Centro lo representara,
luego del fracasado intento de la
UNA. Se organizó la provisión
de servicios de salud -atención médica, suministro de medicamentos
y camas en los hospitales-,
servicio jurídico, bolsa trabajo, etc. En 1922 se abrió
oficialmente el Centro Colonial Armenio. La creación de
esta asociación cambió el esquema hasta entonces vigente
porque se definió un lugar como centro de todos los armenios,
con funciones que sin proponérselo, facilitarían la integración
(enseñanza del castellano con miras a la obtención de trabajo;
servicios) y al mismo tiempo contribuirían a la preservación
cultural (red escolar, misa dominical, representaciones
teatrales, conferencias, etc.).
Desde entonces, la actividad se orientó
a la ayuda de los que habían llegado recientemente, quienes
ya advertían que el retorno era impensable. Los nuevos contingentes,
arribados como consecuencia de los sucesos de la ciudad
de Esmirna fortaleció esa idea. El Centro Colonial
Armenio atendió sus necesidades primarias básicas y desarrolló una diversidad de
actividades para facilitar su adaptación. La actividad institucional
giró en torno de los servicios religiosos (ceremonias de bautismo, etc.), las actividades
culturales (conferencias, representaciones artísticas);
las actividades educativas (creación de un Consejo Escolar); las actividades benéficas: formación de un Comité
de Socorros mutuos compuesto por laicos y religiosos.
Algunos líderes
comunitarios insistían en la necesidad de contar con un
único cuerpo representativo frente a la sociedad argentina.
A pesar de sus esfuerzos, la ansiada unidad no fue posible
tal como la había diseñado pues no prosperó su proyecto de Centro
Colonial Armenio como entidad supra institucional o federación
de asociaciones.
El
asociacionismo armenio en etapa madurativa
a)
Asociaciones benéficas y educativas.
Diferentes asociaciones o subcomiones se ocuparon de la tarea benéfica.
La UGAB, entidad internacional
de vasta actuación en esa esfera así como en la educación,
continuó con su tarea de la ayuda a Armenia y de los necesitados
locales. La Iglesia Apostólica
Armenia lo hizo a través de subcomisiones, Comisión
de Ayuda a los Pobres, bajo la dirección de un cura,
la Comisión de Damas
que se ocupaba también de la beneficencia y, sobre todo,
de la manutención del Hogar para Tuberculosos, de La Calera (provincia de Córdoba),
donado por la benefactora, Gula Aznavorian. Dado que el
problema de los enfermos de tuberculosis interesaba a toda
la colectividad, colaboraron otras asociaciones armenias,
superando sus diferencias.
La Cruz Roja Armenia (conocida como Garmir Jach), fundada por iniciativa de miembros masculinos de la FRA en 1933 y vinculada a su
diario Armenia, fue
filial de la creada en los Estados Unidos, Hai
Oknutian Miutiun (Sociedad armenia de ayuda, en 1910).
La de Buenos Aires contó con filiales en otros países de
Sud América y ramas locales en los diferentes barrios de
la capital argentina. Se constituyó como asociación civil
en 1986 (personería jurídica en 1988) bajo la denominación
de Sociedad Armenia de Beneficencia para la América del Sur.
De acuerdo
con sus estatutos, se trata de una organización humanitaria
autónoma y no gubernamental, cuyo objeto es “conservar la
identidad cultural de la armenidad” y sus objetivos son
la ayuda social, educativa y filantrópica del pueblo armenio,
a los necesitados en época de guerra o ante catástrofes
naturales, colaborar en este sentido con las distintas comunidades
de la diáspora; otro aspecto es el interés de la institución
en la enseñanza de la lengua armenia y por ende en la educación
y la difusión de la cultura armenia. Sus alcances son vastos,
desde la beneficencia, la educación y la preservación cultural.
Estas asociaciones benéficas o comisiones
que actuaban dentro de otras, orientaban la beneficencia
a todo el colectivo armenio, pero también es cierto que
cada una de ellas, a excepción de la comisión benéfica de
la Iglesia,
respondía a una fracción políticas distinta, hecho que determinaba el destino de la ayuda
cuando se trataba de Armenia o de las comunidades de la
diáspora así como variaba el público que se acercaba a solicitar
ayuda.
Las
escuelas “idiomáticas o de religión” armenias
El lugar privilegiado que la escuela ocupó en la formación de la nacionalidad
en la
Argentina desde la segunda mitad del siglo
XIX se profundizó en la primera mitad del siglo XX cuando
las escuelas o academias armenias estaban en pleno funcionamiento.
La organización del sistema nacional de educación primaria
con la creación del Consejo Nacional de Educación (CNE,
1881) y la sanción de la ley 1420 de educación común (1884)
estableció la obligatoriedad de la asistencia a la escuela
e implicó un marcado predominio del Estado en la educación
de los niños.
Las escuelas de comunidades,
como las italianas creadas en el siglo XIX, no contaron
con la aceptación general como hasta entonces, por fomentar
lazos de pertenencia a otra patria de niños nacidos en la Argentina. Sarmiento
introdujo cambios en la escuela pública que, a partir de
entonces, sería depositaria de los valores culturales de
la nacionalidad.
La Argentina abrió sus puertas a la inmigración constituyéndose
la escuela pública en un factor de homogeneización de los
diversos grupos migratorios. Pero también se les permitió
la fundación de escuelas privadas para difundir su cultura.
Dado que, para la elite
dirigente, la escuela argentina debía cumplir con su rol
de formación de la nacionalidad, era necesario controlar
los contenidos impartidos en las escuelas “complementarias”
de la educación oficial. Se creó así en la década de 1880
un sistema de inspectores para supervisar al funcionamiento
de la red escolar, control que se efectivizaría a fines
de la década del '30.
Cuando el CNE llevaba
décadas de funcionamiento, fueron creadas las academias
armenias, llamadas “escuelas
idiomáticas o de religión” denominación que incluía también
a las judías. Estas escuelas tenían la particularidad
de enseñar el idioma, la historia y la religión armenia
pero no tenían la obligación de impartir los contenidos
de la escuela pública argentina. Comenzaron como “academias”
o escuelas armenias y luego se transformaron en adscriptas
a la enseñanza oficial; ellas fueron el reflejo de las tensiones
entre los objetivos del CNE de formar como argentinos a
los niños de extranjeros y de la Iglesia Apostólica
Armenia y los directivos comunitarios a través de la red
escolar cuyo objeto era mantener como armenios a niños nacidos
en “tierras extranjeras” (odar) y acercarlos, a través de
la historia y la religión, al país de sus padres.
En el plano de las representaciones, el idioma
armenio fue considerado como factor fundamental para el
resguardo de la herencia cultural. El idioma como medio
de expresión cultural, religiosa y política se constituyó
en un fundamento identitario defensivo frente a la asimilación. El lugar del idioma para la continuidad
de los valores nacionales determinó que los primeros inmigrantes
fundaran escuelas en los barrios de mayor concentración
(Capital Federal y área suburbana sur). Ellas no sólo cumplieron
su función específica sino que, al mismo tiempo, se transformaron
en ámbitos de sociabilidad y religiosidad, en torno de los
cuales los inmigrantes se reunieron para superar el desarraigo
(en algunos barrios, la iglesia y la escuela formaba parte
del mismo predio).
Desde los comienzos
de la vida comunitaria en Buenos Aires existió un marcado
interés por transmitir los contenidos armenios a la nueva
generación. De la informalidad de las primeras "academias"
en que las clases se impartían en casas particulares y los
alumnos se dividían según su nivel con un único maestro
que se ocupaba de todos, se pasó a un sistema formal centralizado
con la supervisión de una asociación, la Institución Administrativa
de la Iglesia Armenia (IAIA).
La iglesia y la escuela eran dos instituciones centrales
en la difusión de la cultura armenia en diáspora, en particular
la primera, que fue reconocida como garante de la supervivencia
de los armenios, a pesar de los largos periodos de dominación;
de ahí la importancia que para los primeros inmigrantes
tuvo la creación de la sede local de la iglesia armenia,
que en Buenos Aires se ocupó también de la coordinación
de la educación.
A medida que el número
de alumnos fue aumentando, se hizo indispensable la creación
de una estructura acorde con él. Se nombró una Comisión
de Educación -dependiente del Consejo directivo de la
IAIA- que centralizó la labor educativa
y que estaba integrada por su presidente y un representante
de cada una de las academias armenias de los barrios. Tenía a su cargo la "educación e
instrucción de los niños armenios, cuidando que todos frecuenten
las escuelas locales y, al mismo tiempo, aprendan el idioma
armenio en la academias especiales". Se ocupaba del "desenvolvimiento moral
y material de las academias que dependen del Consejo (de
la IAIA), controlar la enseñanza
del idioma armenio, de los dogmas de su iglesia y de la
historia nacional, cuidar la cultura de sus hijos para que
sean ciudadanos argentino, conscientes de sus deberes cívicos." Eran atribuciones del consejo directivo
de la institución, cuestiones tan dispares como la aprobación
del programa propuesto por la comisión escolar y, por ejemplo,
la decisión sobre la pertinencia o no de la ayuda económica
a las escuelas barriales.
El consejo directivo
de la IAIA
supervisaba mediante visitas periódicas de los miembros
de la comisión de educación que de ella dependía, las academias
barriales e intervenía directamente en la solución de problemas
de índole económica (pago de sueldos atrasados a docentes,
compra del los predios de las escuelas y edificación, cuando
la subcomisión barrial no podía hacer frente a los gastos)
o de arbitraje (mediación en litigios entre miembros de
la institución).
Cada barrio, a su vez,
tenía una subcomisión que dependía de la Comisión Escolar
y que promovía la fundación de la escuela y a su mantenimiento.
Dichas subcomisiones estaban integradas por socios locales
y controladas por la comisión central. Las escuelas barriales,
expresión de las asociaciones de gestión o parapúblicas,
eran administradas por una subcomisión integrada por socios
del barrio que dependía, a su vez, del Consejo Directivo
central (de la IAIA), pero como se ha podido
detectar en las actas de la institución, la dependencia
se manifestaba en el plano económico, mas no en la decisión
sobre los contenidos educativos. No existía uniformidad
puesto que ellos dependían de los docentes.
Estas escuelas contaban
con dos niveles:
jardín de infantes y primario, mientras que el secundario
se agregó posteriormente, a partir de la adscripción a la
enseñanza oficial, en la década de 1960. En cuanto al programa
de estudio que se desarrollaba en seis años, se centraba
en el aprendizaje de la lengua y la literatura, la historia,
la geografía y religión.
Los docentes debían
lograr con su trabajo diario la identificación de niños
nacidos en la Argentina con la patria
de sus padres. Para un sector,
la Armenia de entonces (la soviética)
no era la que los representaba, mientras que para el otro,
aquélla era aceptada por ser la única posible. Estas posiciones
opuestas generaron tensiones que se manifestaron en la duplicación
de escuelas en un mismo barrio.
Así como se propiciaba
el vínculo con la patria lejana, la identificación con la Iglesia Apostólica
Armenia acompañó la recreación del sentimiento nacional
entre los niños nacidos en la
Argentina. Los contenidos estaban bien
definidos, sin embargo, los dirigentes eran conscientes
que no bastaban: “La enseñanza de nuestros hijos no se
limita sólo a la educación religiosa, historia e idioma
pues a todos ellos se les exige concurrir a las escuelas
primarias del CNE. No podemos hacer menos que destacar la
importancia de esta obra que contribuye en hacer de nuestra
generación buenos argentinos a la par que buenos armenios,
respetuosos de los principios de nuestra religión”. Esta idea de doble lealtad se repite
a lo largo de las actas de la institución. Hay un texto
que ilustra el rol que para estos directivos debía cumplir
la escuela armenia y la escuela pública:
"Nosotros no esperamos que de nuestra escuela
salgan literatos, escritores, especialistas, artistas, etc.,
porque para ello no tenemos posibilidades. Ya las escuelas
locales llenan ese vacío por nosotros y dan todo tipo de
posibilidades a la educación de nuestros niños.
"Hay algo que ellas no pueden llenar y que queda
en nosotros (...) Y es la educación armenia de nuestra generación.
(...)
"Cuando decimos educación armenia queremos decir
preparar a la nueva generación como armenios de espíritu
y de corazón.
"Su mente se educa en su medio, nosotros vamos
a cultivar su corazón, mediante la enseñanza de la historia
armenia (...). Hacerle querer la iglesia, la letra armenia
y la cultura armenia (...)."
Esta transcripción
ilustra con claridad el lugar privilegiado de la escuela
en la transmisión cultural armenia y, a la vez, la importancia
de la escuela pública en la formación de los futuros ciudadanos
argentinos.
Sobre el funcionamiento
de estas escuelas nos detendremos en la elección del cuerpo docente, condiciones de admisión, promoción,
sostén financiero y edificios escolares. Hasta la década
de 1950 los docentes eran armenios nacidos en países receptores,
como consecuencia del Genocidio de 1915, como Líbano, Grecia
u otros. En tanto extranjeros, los docentes eran controlados
por el CNE (debían presentar sus títulos, traducidos y legalizados,
certificados de buena conducta, etc.). Recién a partir de los años 1950, cuando
ya habían egresado docentes de origen armenio formados en
la Argentina,
fueron nombrados para impartir “temas patrios”, según las
exigencias del CNE.
Dado el interés por
captar alumnos, la única condición
de admisión era su asistencia a las escuelas oficiales. De acuerdo con la reglamentación vigente,
aquellos que no traían su comprobante de concurrencia a
dichas escuelas no podían inscribirse en las academias armenias. Se pagaba una cuota mensual sin ser ésta
requisito de admisión. Para ser promovidos al curso siguiente,
los estudiantes debían aprobar los exámenes de fin de año,
ante la presencia de miembros de la Comisión Escolar, del Consejo Directivo de la IAIA.
En lo concerniente
al sostén financiero,
las escuelas se mantenían con las cuotas anuales de los
alumnos, con las cuotas societales de las filiales barriales
de la IAIA,
con lo recaudado en las actividades sociales tales como
bailes o colectas, para reunir fondos, con la aprobación
del Consejo Directivo central. Éste colaboraba en caso déficits
o para arreglos especiales, como otra de sus funciones.
El número
de escuelas en la Capital Federal difiere
según las fuentes –comunitarias u oficiales-. En la etapa
en estudio, el CNE contaba con tres escuelas registradasde
la larga lista que veremos a continuación y dos nuevas que
comenzaron más tarde como adscriptas a la enseñanza oficial.
Según las fuentes armenias,
hacia 1931 existían academias armenias “en los barrios de
Valentín Alsina, Piñeyro, Nueva Pompeya, Flores, Floresta,
Boca y Barracas con un total de cuatrocientos cincuenta
alumnos, cuatro maestros y seis maestras.” En 1934 eran quince las escuelas, en
Palermo (la central), Barracas, La Boca, Flores Sur, Floresta,
Pompeya, Villa Soldati, Piñeyro, Valentín Alsina (tres),
Lanús, Florida con un total de 949 alumnos.
El número de alumnos que alcanzó a ser de mil no
justificaría la cantidad de escuelas (llegó hasta quince),
algunas con poco alumnado. Según los informantes consultados,
la existencia de más de una escuela en un mismo barrio,
a veces cercanas entre sí podría deberse a la necesidad
de facilitar la asistencia a las escuelas o también a los
enfrentamientos políticos que dividieron a la comunidad
y que provocaron esta duplicación de escuelas. Como señalábamos más arriba, la sovietización
de Armenia dividió a la comunidad en la etapa organizativa.
De las escuelas de la capital, sólo tres serían registradas
por el CNE, lo cual nos permite inferir que la mayoría funcionaba
como academias informales de idioma, sin control oficial
aún después de la etapa de mayor control, hacia fines de
la década de 1930.
Las academias armenias,
muchas de las cuales aparecieron a fines de la década de
1920, funcionaron sin control estatal durante casi una década.
Con la profundización de la orientación "nacionalista",
a partir de 1938, el CNE impuso el control de las escuelas
privadas complementarias de la enseñanza oficial, en lo
concerniente a los contenidos de la enseñanza, el personal
docente y de los edificios escolares. En particular, impuso
algunas modificaciones en los programas de estudio de las
escuelas “idiomáticas y de religión” armenias –y también
judías-.
La percepción de la
deficiente formación argentina de los niños extranjeros
y del rol de la escuela en la construcción
de la nacionalidad, determinó que el CNE reglamentara
el funcionamiento de las escuelas que sólo eran idiomáticas
y de religión (las escuelas primarias particulares que además
impartían idioma y religión extranjeros ya estaban reglamentadas).
Una resolución del CNE de 1938 disponía: “Es necesario
reglamentar las (escuelas) que sólo se refieren a la enseñanza
complementaria del idioma y la religión, para evitar
que a través de conocimientos comunes puedan transmitirse
enseñanzas extrañas a nuestro ideario nacional.”
A partir de entonces,
el CNE, mediante circulares a las escuelas y visitas de
los inspectores zonales supervisó la aplicación de las normas
vigentes así como el funcionamiento de las mismas, desde
las características del edificio hasta las condiciones de
higiene, incluyendo el tema de los textos escolares que
hasta entonces provenían de las comunidades armenias de
los Estados Unidos y del Líbano.
Del análisis de los informes de inspectores, en los
archivos de SNEP y en los libros de Inspección de escuelas
se desprende que los directivos de la IAIA cumplieron formalmente
con el CNE. Su estrategia consistió en respetar la normativa
de las autoridades de argentinas y evitar la pérdida de
las simpatías de que gozaban, Por ello, y probablemente presionados
por los controles del CNE se observa un interés permanente
por el cuidado de la “cultura de sus hijos para que sean
ciudadanos argentinos conscientes a sus derechos cívicos.”
Existen diversos escritos -en actas de la
IAIA y en el boletín de la institución-
donde se constata el lugar privilegiado de la educación
de la nueva generación en el proyecto comunitario, para
la permanencia del grupo. Transcribimos algunos párrafos:
"El
consejo directivo de la Iglesia Apostólica tiene como objeto, por medio
de la iglesia y la escuela, guardar en algo el espíritu
nacional y religioso".
En los libros de Inspección
de las escuelas estudiadas se encuentra la otra cara de
la cuestión, las opiniones de los inspectores del CNE. Vemos
en ellos que las autoridades argentinas fueron exigentes
con el cumplimiento de la normativa, sin embargo no se detectan
suspensiones o apercibimientos. En los informes de los inspectores
se observa que los directivos de las escuelas armenias hicieron
lo posible por cumplir con la reglamentación vigente, sobre
todo en lo concerniente a los textos de estudio, contenidos
- desarrollo de los temas argentinos en clase- y la obligación
de exponer los símbolos patrios e imágenes de próceres argentinos.
Entre las décadas de
1950 y 1960 algunas de estas academias desaparecieron, unas
por problemas económicos, otras porque no pudieron adaptarse
a la doble escolaridad. En los años 1960 la posibilidad
de incorporarse a la enseñanza oficial mediante la inclusión del programa de
estudios de la enseñanza oficial junto con los contenidos
armenios cambió la proyección de estas escuelas idiomáticas;
algunas pudieron adaptarse mientras que las restantes al
continuar sólo como academias de idioma perdieron su alumnado
y desaparecieron.
Para los protagonistas del colectivo
armenio la función de la escuela debía ser el restablecimiento
del vínculo con el mundo pre-migratorio -quebrado por el
Genocidio de 1915- y la preservación de las tradiciones
culturales armenias en la nueva generación. Más allá de
una explicación declamatoria, los líderes comunitarios consideraban
importante hacer de los niños de padres armenios "buenos
ciudadanos argentinos" puesto que su vida personal
dependería de ello. Al mismo tiempo, ellos se proponían
-con la enseñanza y la práctica del idioma- postergar el
proceso de asimilación. Por su parte, el CNE, a partir de
1938, promovió el control de las escuelas idiomáticas armenias
pero no prohibió su funcionamiento. La oscilación entre
preservación cultural e integración sería el motor movería
la labor educativa del período.
B)
Partidos políticos y uniones compatrióticas
La mayor
parte de las asociaciones de expresión o participación (deportivas,
sociales, culturales, regionales) se crearon en esta etapa
y se profundizó la actividad de las diversas expresiones
políticas. Las cuatro orientaciones políticas (tres de ellas
se correspondían con los tres partidos políticos armenios),
atravesadas por la política de la
República de Armenia, profundizaron sus
diferencias y se enfrentaron en la diáspora para imponer
su posición. La FRA que había perdido protagonismo
con la sovietización de Armenia, trató de recuperarlo en
la diáspora, mientras que los restantes partidos (Hentchakian
y Ramgavar) que consideraron, desde diferentes programas
políticos, que sus objetivos partidarios habían sido cumplidos
con la vigencia de la República de Armenia
tuvieron una actuación menos lucida. Ambos apoyaron incondicionalmente
a Armenia; incluso sus adherentes, a través de la UGAB internacional (con la ayuda
económica de la filial local), prestaron su colaboración
a la repatriación de armenios en 1946-47. Concretamente
la ODLA define así su posición
frente a Armenia: "A
pesar de ser gobernada nuestra patria por un régimen marxista,
diametralmente opuesto al dogma demócrata liberal, la
ODLA no
ha renunciado a su máxima de "servir al pueblo y a
la nación armenia", reservándose su derecho a la crítica
(...)."
Resulta dificultoso recuperar la actuación del Partido Ramgavar u ODLA (Organización
Demócrata Liberal Armenia) en Buenos Aires, por no contar
con un periódico en el período en estudio. Su expresión
institucional fue la UGAB, sobre la cual afirma: "La ODLA cree inminentemente necesario
luchar por el engrandecimiento de esta institución (se refiere
a la UGAB) y, por la vigencia de
sus principios originales. Uno de sus propósitos es apoyarla
incondicionalmente, por lo cual la
ODLA estimula a sus adeptos a colaborar
con ella moral y económicamente de manera permanente. Es
así que prensa, hombres y capital han estado siempre al
servicio de la
UGAB."
En cambio la FRA
publicó en forma ininterrumpida el diario "Armenia"
que se constituyó en su expresión visible hasta la formalización
del partido como “asociación civil”, en la década de 1950.
Hasta entonces el partido no contó con una estructura formal
y se rigió por el consejo directivo del diario. La carta orgánica de la FRA de 1894, en que se creó el
partido, fue la expresión de su política en lo concerniente
a Armenia, sin objetivos específicos para la diáspora.
La FRA pudo funcionar
con libertad, sin las presiones que soportaron en la década
de 1930 y 1940 aquellas agrupaciones con orientaciones de
izquierda. Entonces las personas podían ser "sospechadas"
y, consecuentemente juzgadas y penalizadas por lo que podrían
realizar y no por el acto efectivamente realizado. La militancia, entonces, debía enfrentar
problemas de seguridad personal, fuese en las fábricas o
en los lugares de reunión. El gobierno conservador de la
provincia de Buenos Aires, donde habitaban los sectores
populares armenios, llevó a cabo una intensa campaña anticomunista.
Incluso se sancionaron leyes para reprimir la actividad
comunista en varias provincias de la Argentina, también en Buenos
Aires (Ley Nacional de Respresión al Comunismo, del 31 de
marzo de 1936).
Los temores
de ser señalados como comunistas explican la escasa visibilidad
de las fracciones políticas que apoyaron a la
Armenia soviética (recordamos el caso de
la decisión tomada por la IAIA de no izar la bandera soviética
para mantener en buenos términos las relaciones con el Estado
argentino); algunas no sólo ocultaron sus actividades sino
que sus publicaciones son hoy inhallables, como el caso
de "Hai Mamul" (prensa Armenia) que no ha podido
ser consultada. Este periódico respondía a la fracción
comunista o progresista ("arachtimagán") sobre
la cual poco hemos podido hallar salvo los casos de enfrentamientos
con su opositora la FRA, en fuentes colaterales. Su actividad en la Argentina fue poco visible
probablemente por los temores de encarcelamiento, en función
de las leyes mencionadas. Sucede que las persecuciones de
que fueron objeto aquellos que seguían las ideas de izquierda
a partir de la revolución de 1930 y, sobre todo con la guerra
fría en la etapa posterior, desalentaron a sus posibles
seguidores por temor a ser delatados y perseguidos por sus
ideas comunistas.
El Partido
Social Demócrata Hentchakian,
si bien en los primeros años de existencia en la
Argentina se interesó por la ayuda a las
víctimas del Genocidio, su objetivo central fue la difusión
de sus principios políticos y “la manutención del ser nacional
fijando la mirada hacia Armenia de ayer, de hoy y de siempre.” Su órgano de difusión fue “Sharyum” (movimiento),
aparecido entre 1937 y 1991.
Muchos de
sus seguidores apoyaron una
organización armenia de corta duración Hai
Oknutian Komité (HOK: Comité de Ayuda a Armenia), promovida
por el gobierno de armenia (1926), a través de la cual intentó
construir un espacio de poder en las comunidades de la diáspora.
Tenía como objetivo la coordinación de esfuerzos para la
ayuda a Armenia (“verelk” o renacimiento) y la recordación
cada año de la República soviética
(como el resto de las facciones políticas) fortalecía el
vínculo con la Madre Patria. Ya desde
la década de 1930 prosperó el proyecto de reconstruir Armenia
y favorecer la repatriación de los armenios dispersos luego
del Genocidio.
Estas agrupaciones
actuaron en la etapa de mayor oposición a las ideas de izquierda,
ocultando sus verdaderos objetivos, los políticos, bajo
la forma de actividades culturales (conjuntos de coros,
danzas, teatro, recordaciones patrióticos) con una marcada
presencia de lo político. Las tres facciones, dado que se
trataba de partidos políticos extranjeros, tomaron la forma
de “asociación cultural” o de “unión cultural” en la etapa
posterior: la
Asociación Cultural Armenia o Federación Revolucionaria Armenia;
la
Unión Cultural Sharyum, del Partido Hentchakian y la Unión Cultural
Tchobanian, actualmene Tekeyan
de la corriente Ramgavar.
En cuanto a las asociaciones compatrióticas,
la primera fue creada en 1915; inspiradas en ella se crearon
en esta etapa, otras en “carácter de ayuda, socorro y solidaridad.” Las condiciones de pobreza en que vivía
la mayoría de los inmigrantes obligaban a estas asociaciones
ocuparse de cubrir las necesidades básicas de sus miembros.
Aparentemente,
estas asociaciones no se encuadrarían en el sistema de "ayuda
mutua" en que los miembros contribuyen igualitariamente,
con la esperanza de que en algún momento recibirán la asistencia
del grupo, pero sí eran ámbitos donde se intercambiaban
información para cubrir las necesidades primarias.
En esta etapa
se fundaron otras asociaciones regionales pero la dificultad para obtener información
sobre la mayor parte de ellas nos hace suponer que fueron
de corta duración, por el número de sus asociados y porque
ellos habrían sido absorbidos por otras asociaciones más
organizadas.
La recordación
de hechos heroicos facilitó la continuidad de estas asociaciones,
como el caso de la Unión Compatriótica Armenia Marash que continúa hasta la actualidad
fue fundada con el objeto de fomentar la cooperación entre sus asociados,
proporcionar un lugar de reunión y fomentar actos culturales
y recreativos. En resumen sus fines eran sociales, recreativos
y culturales. En el momento de la tramitación de la personería
jurídica, obtenida en 1955, contaban con 710 miembros.
En febrero
de 1929 se formó la Unión Patriótica Armenios de Aintab, con el objeto de crear un ámbito
de sociabilidad para los originarios de esa provincia, la
ayuda moral y material así como la cooperación en la educación
de los compatriotas y fomentar la publicación de obras de
carácter histórico. En resumen, la asociación tenía intereses
sociales, culturales y benéficos. La fecha histórica que
incluía la recordación heroica (1 de abril de 1920) era
también una manera de mantener vigente el espíritu de pertenencia.
La asociación se mantuvo como una entidad de hecho hasta
1953 en que se reunieron sus socios para institucionalizar
el funcionamiento de la Unión Patriótica de los Armenios de Aintab; contaban por entonces con doscientos diez
asociados. Se tomó la decisión de cambiar el nombre de la
asociación por el de Unión
Oriundos Armenios de Aintab.
En el caso
de la asociación que hizo su aparición en la etapa de gestación,
la Unión Campatriótica de Hadjín (1915), las actas consultadas
son las presentadas en el momento de tramitar la personería
jurídica, en idioma español. Si bien no contamos con estatutos
de la etapa inicial sabemos que en la etapa de gestación
primaba la función de ayuda entre los necesitados y la reconstrucción
del pasado cercano; en la segunda etapa, se sumó la ayuda
a Armenia, en tanto ellas contribuyeron a la reconstrucción
de la Armenia soviética, desde
el cisma de Leninakan en 1926; las ciudades fueron reconstruidas
tomando el nombre de los pueblos de origen en el Imperio
otomano, con el adjetivo “nueva” (nor), como por ejemplo
Nor Arabkir, Nor Sebastia, entre otras.
Una asociación particular, surgida en la diáspora (Estados Unidos y Francia,
por ejemplo), de corta duración fue la Unión de Huérfanos Mayores, que tenía por objeto
mantener vivo el recuerdo de los que perdieron la vida durante
el Genocidio de 1915. La regional Sud América se organizó
(las fechas varían, 1927 ó 1933), con el objeto de reunirse
en el dolor y en la recordación de la tragecia cada 24 de
abril.
La política atravesó la vida asociativa
fuesen ellas asociaciones de carácter político, cultural,
social o religioso; también se reflejó en las elecciones
del consejo directivo de la Iglesia Aspotólica
Armenia y en las escuelas muchas de las cuales se duplicaron
por la diferencias ideológicas de sus directivos y de algunos
padres. Estos enfrentamientos a veces eran violentos
porque estaba en juego la preparación de las futuras
generaciones, de ahí la duplicación de los edificios escolares
en un mismo barrio.
Tercera etapa: consolidación institucional
(1940-1950).
La presión de la segunda
generación (muchos de sus integrantes, ya argentinos de
origen armenio) sobre las asociaciones tradicionales favoreció
la creación de las asociaciones de jóvenes, como la
Unión Juventud Armenia (UJA), de la FRA (1941). El objetivo expresado
era favorecer el conocimiento del idioma y la cultura armenia,
sin embargo, a través de actos públicos, cantos patrióticos
se buscaba promover el sentimiento patriótico de la nueva
generación y la idea de libertad e independencia de Armenia.
En el interior de la
FRA, las indefiniciones ideológicas en
el sentido de recuperar la cosmovisión ideológica y política
del partido -que en su origen era socialista- o continuar
con la llamada “nacionalista” o anti soviética (posterior
a la sovietización de la
República de Armenia), se reflejaron en
el seno de la UJA. Estas dos líneas, una
más ortodoxa y socialista y la otra, anti comunista y “nacionalista”
fue la que dividió a la FRA local y incidió en las divisiones
que hasta la actualidad existen en el partido.
El órgano de la UJA, “Gamk (Voluntad), Organo
de la
Unión Juventud Armenia” (1949), con una
extensión entre 40 y 50 páginas, tenía artículos en armenio
y en castellano, orientados a profundizar en el conocimiento
de la la historia de su pueblo; también contaba con páginas
dedicadas a la historia argentina. En sus filiales regidas por un sencillo
estatuto que fijaba objetivos sociales, culturales y deportivos,
los jóvenes asociados que permanecían en la Unión hasta cumplir
los 28 años, disfrutaban de un ámbito de sociabilidad, pero
al mismo tiempo, para los dirigentes, les permitía instruir
a una juventud ávida, el sentimiento de patriotismo hacia
una “república ideal”.
El momento de dar participación
a la nueva generación nacida en la Argentina llevó a las otras
asociaciones a crear sus secciones juveniles. En el caso
de la Unión Compatriótica
de Hadjín se creó la Asociacion Juventud Armenia de Hadjín (1940). Si bien no disponemos de los estatutos,
por las actas (1940-1946) se advierte que los objetivos
no difieren de las otras asociaciones similares creadas
en el periódo (aprendizaje del idioma armenio, conferencias
para la difusión de la cultura armenia, bailes, etc.). Todo
ello tenía como objeto la continuidad de las tradiciones
y el acercamiento entre los jóvenes en ámbitos de sociabilidad.
Las relaciones con otras asociaciones similares (Liga de
Jóvenes de la UGAB, Círculo Juventud Armenia, Asociación de Jóvenes
"Armenia") favorecía
el contacto entre jóvenes de las distintas agrupaciones
políticas y sociales.
Las tres
facciones políticas se adaptaron a la legislación argentina
y tomaron la forma jurídica de “asociación cultural” o de
“unión cultural” y obtuvieron la personería jurídica en
esta etapa. Una, la Asociación Cultural Armenia (personería jurídica en 1950),
estaba ligada a la Federación Revolucionaria Armenia. La corriente
Ramgavar tomó la denominación de “asociación cultural” según
la entidad fundada en El Cairo en 1945, por el nombre de
su fundador, Vahan Tekeyan. A partir de 1960 publicaría
un periódico Surhantag
y, desde 1975, como consecuencia de la campaña en su
contra en la etapa del gobierno militar en la
Argentina y para poner en claro su ideología
liberal, se fundó Sardarabad,
que continúa hasta la actualidad. Según el testimonio
de sus fundadores, el objetivo era demostrar a la sociedad
argentina que, a pesar de defender la Armenia entonces soviética,
no compartían su ideología.
Algunas interpretaciones sobre la evolución
y tendencias de la red asociativa armenia en Buenos Aires
En este apartado quedan
por señalar algunas apreciaciones sintéticas para poner
de relieve los principales hallazgos empíricos y destacar
la conceptualización interpretativa que nos ha servido de
orientación y cuya profundización, consideramos que merece una reflexiva y justificada
atención teórica.
Esta
investigación no se circunscribe a las asociaciones recreadas
o creadas en la diáspora sino que también focaliza la mirada
en la etapa premigratoria para entender el rol hegemónico
de la Iglesia Apostólica armenia en el período estudiado.
Hemos detenido nuestra atención en las tensiones entre el
modelo de la etapa pre-migratoria
donde el millet cumplía las veces de una comunidad
religiosa con sus propias asociaciones (escuelas, hospitales,
de ayuda) y el nuevo modelo en el que el patriarca fue reemplazado
por laicos proveedores de recursos.
Recapitulando la incidencia del Estado en la creación de las asociaciones,
el Estado argentino, según el mito civilizador del inmigrante
como pieza fundamental en el poblamiento del país, era más
permisivo en lo concerniente a la recepción de los inmigrantes.
Consecuentemente, las asociaciones armenias siguieron, al
menos en las dos primeras etapas, el modelo de millet. El Estado argentino facilitó la creación de asociaciones tradicionales
armenias, sobre todo las escuelas de actividad diaria, desde
la década de 1930, bajo el control del CNE. En tanto que
en Francia, un estado “vigilante” de la vida de los inmigrantes
dio lugar a la creación de otro tipo de asociaciones, además
de las “tradicionales” armenias, que facilitaron de manera
implícita o explícita la integración,
Las asociaciones de
inmigrantes en Buenos Aires, organizadas como entidades
de carácter religioso, benéfico, social, etc. constituyen
el reflejo y la expresión socialmente visible de una diversidad
de fines e intereses cambiantes, según las épocas. Las mismas,
en su accionar, proveían a sus miembros de numerosos beneficios
materiales y sociales, dando sentido a la pertenencia en
la medida en que incorporaban rasgos del antiguo y del nuevo
país. Las vicisitudes de continuidad y en algunos casos,
de transformación que experimentaban, formaban parte entonces
del proceso natural de las asociaciones, en la medida que
sus miembros, adherentes y participantes evolucionaban con
la dinámica de adaptación a la nueva realidad.
Hemos
constatado que la organización de la red asociativa en Buenos
Aires puede comprenderse identificando tres etapas: 1)
gestación y emergencia (entre 1900 y 1922) que coincide
con los inicios de la inmigración armenia en que la decisión
de establecerse de manera definitiva no era evidente. En
esta etapa se manifiestan los primeros atisbos de vida organizativa,
cuya finalidad era suplir las necesidades espirituales,
de expresión política, de ayuda y beneficencia.. En Buenos
Aires, la vida asociativa comenzó con una entidad benéfica
y una incipiente actividad religiosa y política, todavía
no formalizada.
2) maduración y desarrollo
(1922-1939) es la medular; los fines dominantes eran los
culturales y religiosos, en particular las escuelas en las
que se formarían las generaciones para el recambio de liderazgo
y la iglesia como factor de poder, así como los fines benéficos.
El Estado ejerció un control relativo hacia los extranjeros,
particularmente orientado a vigilar la actividad comunista,
donde la integración se produjo de manera natural, con la
segunda generación nacida en la Argentina.
3) consolidación
institucional (1940-1950):
se legalizaron las asociaciones que hasta entonces habían
actuado de hecho, coincidiendo con el afianzamiento de la
segunda generación que intentaba construir su espacio en
la vida comunitaria, en el marco de las asociaciones juveniles.
Se observa que, en
las dos primeras etapas la red asociativa se organizó inspirada
en el sistema de millet,
en que la
vida de la minoría armenia se centralizó en la Iglesia Apostólica.
Figuras de prestigio, los amira,
fueron suplantados por los notables, cuyo capital social
los diferenciaba de la masa de inmigrantes desposeídos,
originarios de las regiones pobres del Imperio otomano.
En el plano simbólico, la
Iglesia mantuvo su función de representación
interna y externa; probablemente por ello y gracias a la
libertad de culto que la Argentina garantizaba a
los extranjeros, se oficializó su existencia.
Las agrupaciones políticas
funcionaron de manera informal, con sus expresiones escritas;
eran controladas por el Estado cuando los enfrentamientos
se desplazaban al espacio público y se convertían en un
hecho policial. Los partidos políticos armenios en particular
y las asociaciones en general fueron atravesados por la
política de Armenia porque coincidían ideológicamente o
porque se oponían a ella. Estas posiciones provocaron divisiones
que tiñeron toda la vida comunitaria.
Las asociaciones armenias
en la
Argentina, si bien no contaron con una
participación masiva a juzgar por los datos que hemos podido
recabar, perduraron probablemente porque apelaban al sentimiento
patriótico de los armenios, a su historia pasada. En ese
sentido las asociaciones armenias mostraron una capacidad
de construcción de la identidad étnica del grupo. El contacto
diario en las escuelas, en la misa dominical y en los actos
patrióticos de las organizaciones partidarias, con la exaltación
de mitos y símbolos nacionales (fechas históricas, cantos
patrióticos), reiterados en forma constante, dejaron su
impronta en la juventud. Asimismo la recordación de las
dos repúblicas (la ideal y la real), con sus respectivos
himnos nacionales, la recordación de sus héroes (cada agrupación
política y cada asociación regional recordaba los suyos),
los festivales y los bailes contribuían al encuentro de
los jóvenes y daban oportunidad a los líderes comunitarios
a que recordaran a sus asociados su pasado heroico, signado
por el martirio y la "resurrección" en la nueva
Patria donde habían sido recibidos con los brazos abiertos.
Los partidos políticos armenios reiteraban sus glorias pasadas,
en espacios donde abundaban los retratos de héroes con sus
respectivas banderas. Esta reiteración de los valores culturales
de su pueblo debía incidir en la percepción de una de las
identidades de los inmigrantes armenios, la nacional. Entonces,
las asociaciones podían ser percibidas como ámbitos de sociabilidad
política y cultural, pero también podían ser pensadas como
ámbitos de construcción de identidades nacionales.
Recapitulando,
la vida asociativa en Buenos
Aires fue muy activa y estuvo más ligada a un esquema asociativo
pre-migratorio, favorecido por la mayor libertad de que
gozaba el inmigrante, que era en suma un habitante con los
mismos derechos civiles que los argentinos. Es claro que
las asociaciones cumplían y estaban atravesadas por una
doble función, que en primera instancia y paradójicamente
parecerían contradictorias, pero en verdad creemos que tuvieron
funciones complementarias. Fueron ellas facilitadoras de
la integración, con funciones de mediación (construcción
de capital social) y a la vez, reservorios de un capital
cultural por su esfuerzo en evitar la asimilación y en preservar
la identidad cultural del colectivo armenio.