
Ponencia: Las mujeres islámicas y
la revolución iraní
Autora:
Alicia Ester González
Correo electrónico aligzal@yahoo.com.ar
T.E. 0299-4433625
Pertenencia institucional
Departamento de Historia
Universidad nacional del Comahue
Asignatura: Mundo Actual Afroasiático
Las mujeres islámicas y
la revolución iraní.
Alicia Ester González
El régimen Pahlavi implementó un proyecto
de modernización autoritaria en el que, además de los cambios
económicos, impuso desde el Estado una ideología con concepciones
occidentales para reorganizar culturalmente a la sociedad.
Uno de los resultados de estas políticas
fue la dualidad modernidad y tradición que implicó realidades
muy concretas en el mundo inmediato. La constitución de
la República Islámica modificó profundamente las prácticas
de la sociedad iraní y en particular de las mujeres.
El estudio de las mujeres musulmanas resulta
dificultoso, tanto por cuestiones metodológicas -es difícil
el acceso al mundo femenino-como por el enfoque teórico
seleccionado, en el que juega un papel importante la frontera
cultural, o sea la perspectiva ideológica desde la que se
las aborda.
En este contexto, nos interesa analizar el
papel de las mujeres en la sociedad durante los primeros
años de la Revolución Iraní. El estudio pretende acercar
algunas explicaciones sobre las diferentes visiones que
subyacen en los trabajos de dos intelectuales iraníes: La
Revolución Bajo el Velo de Fariba Adelkhah y Persépolis
de Marjane Satrapi teniendo en cuenta el contexto histórico
y el posicionamiento ideológico-cultural de cada autora.
Modernidad
y colonización
Las huellas ideológicas de la colonización
son más evidentes para el observador occidental en determinadas
zonas conquistadas que en otras. El mundo musulmán parece
haber conservado sus instituciones en pie y las lenguas
autóctonas -árabe, persa, turco, kurdo- plenamente vivas,
como si la colonización europea fuera sólo un período de
ocupación militar.
Los europeos más agudos llegan en todo caso
a advertir huellas de lo colonial en la composición actual
de las “burguesías locales”, en el surrealismo trazado en
las fronteras o en las rutas de dependencia económica con
las metrópolis del norte. Sin embargo la colonización no
ha sido más suave que en otras regiones.
Las razones de esta invisibilidad se deben
en parte al discurso único occidental erigido en términos
de autoestima y de autoconciencia de supremacía cultural,
adjudicando a la propia idiosincrasia de los colonizados,
o a lo que todavía tienen de no occidentales, las causas
de las condiciones de subordinación en que se encuentran.
Esta construcción simbólica denominada “orientalismo” está
sustentada por la ideología dominante y explica por qué
para la mayoría de los europeos, el mundo musulmán tiene
en el Islam las raíces de su opresión.
La imagen que tenemos hoy de la civilización
occidental es, por un lado, un largo proceso de construcción
del “interior” de ese imaginario como centro, como así también
de su “exterioridad” que no implica un “afuera”, sino la
diferencia en el interior del imaginario El mundo moderno
como modelo civilizatorio, es una síntesis de los supuestos
y valores básicos de la sociedad liberal moderna en torno
al ser humano, la riqueza, la naturaleza, la historia, el
progreso, el conocimiento y la buena vida. Esta visión deja
afuera la “colonialidad” como el otro lado (¿el lado oscuro?)
de la modernidad.
La colonialidad del poder fue y es una estrategia
de la “modernidad” desde la expansión del a cristiandad
que contribuyó a la autodefinición de Europa y parte indisociable
del capitalismo. El capitalismo, como la modernidad, aparece
como un fenómeno europeo y no planetario, en el que todo
el mundo participó pero con distintas pociones de poder,
esto es, la colonialidad del poder es el eje que organizó
y organiza la diferencia colonial, la periferia como naturaleza.
En la nueva conceptualización de “mundo/moderno
colonial” el macrorrelato de la modernidad occidental es
interrumpido por el otro lado del imperio, el pensamiento
y las acciones de quienes se oponen la imperio desde su
propia exterioridad. Esto es, la exterioridad como el afuera
construido desde el adentro. En este sentido el Islam ofrece
una posibilidad de contar el cuento del imperio desde un
marco que no es el de la cristiandad secularizada de occidente.
El pensamiento desde la exterioridad es pensamiento fronterizo
y abre las posibilidades a la “diversalidad”, o a la diversidad
como proyecto universal, epistémico, ético, político y económico.
No cabe duda que la caída del régimen del
sha es, para las grandes potencias un serio fracaso de su
política en la región y, en general de su estrategia, bautizada
coexistencia pacífica de dominación y reparto del mundo.
El revés mayor es para los norteamericanos y los occidentales,
que estaban muy comprometidos en Irán, además del golpe
a sus intereses económicos, se derrumbó un elemento esencial
en el equilibrio de la región. Necesitan encontrar un nuevo
dispositivo para garantizar el “equilibrio” de la región
del Golfo. Irán como “gendarme del golfo”
era el reaseguro de Estados Unidos ante la inestabilidad
de Israel. Cuenta con uno de los ejércitos más poderosos
del mundo -con presencia en el país de numerosos cooperantes
norteamericanos con estatuto de extraterritorialidad-. y
una de las mayores policías secretas -Savak-y también por
el equívoco de la CIA en señalar que el Scha se mantendría
diez años más en el poder porque Jomeini era un estadista
pero no podría torcer las políticas de su régimen.
El
estudio de las mujeres iraníes
A diferencia de lo que ocurre en otros campos
teóricos: la estructura social en sentido amplio, las relaciones
económicas y políticas; la cuestión de las mujeres ha sido
siempre tratada en los países de Oriente dando cuenta de
una situación específica indisolublemente unida al Islam,
pero sin que haya un análisis de las consecuencias e interrelaciones
de esto con la sociedad y en este sentido, sin que se explique
qué es exactamente el Islam.
Procedentes de un mundo que subordina explícitamente
a las mujeres, éstas están también fuera del relato del
funcionamiento de las relaciones sociales. Están fuera por
principio. Para un hombre, más si es extranjero, es muy
difícil el acceso al mundo femenino, ello puede justificar
el hecho de que no haya casi hombres que investiguen sobre
mujeres. Sobre todo que impliquen trabajo de campo. Los
estudios de mujeres se ven obstaculizados también al ser
asociados con movimientos feministas, considerados a veces
como antinacionales o antiislámcos.
Con frecuencia se saca a relucir a las mujeres
islamistas de Irán o de otras partes “las locas de Alá”
se las exhibe, pero nadie les pregunta, nadie se detiene
a escucharlas. Su forma de vestir basta para demostrar que
el Islam es cosa del pasado, ilustran una situación sin
tener en cuenta su punto de vista.
Una opinión bastante extendida
en Occidente es la de que la Revolución Iraní, cualquiera
que sean las dinámicas políticas que haya abierto, se realizó
al menos en parte, contra las mujeres. Difundidas obras
de testimonio reforzaron dicha opinión al rescatar la modernidad
impulsada por el régimen imperial y el lugar atribuido a
las mujeres en dicha visión, tendencia evidente en Persépolis
de Marjane Satrapi. No obstante,
Fariba Adelkhah demuestra que las mujeres iraníes participan, a veces de forma
muy militante, de la revolución para abrir nuevos ámbitos
sociales y establecer una nueva relación, más activa, con
la política, revelando el impulso hacia la búsqueda de una
nueva identidad femenina, distinta , sin duda, del canon
occidental.
Si bien las obras seleccionadas operan en
formas y discursos muy distintos -una historieta y un trabajo
de antropología social- pueden analizarse comparativamente
pues son producto de dos intelectuales, que como tales,
dan cuenta en sus obras de los valores que subyacen a su
trabajo y de la relación que éstos guardan con los valores
de la sociedad. Todorov afirma que puede existir un objetivo
común a las artes y a las ciencias humanas “revelar y, si
hay ocasión, modificar el complejo de valores que sirve
de principio regulador de la vida de un grupo social”. Desde esta perspectiva es posible
inferir y analizar las visiones de las autoras sobre las
mujeres iraníes.
Marjane Satrapi es dibujante e historietista iraní que estudió en el Liceo Francés hasta la supresión
de los colegios bilingües durante la revolución
de 1979. Su familia adhirió a la revolución antes
de que adquiriera un carácter islamista. En 1983, a
los 14 años, los padres la envían al liceo francés de Viena para completar su educación. Tras finalizar
los estudios básicos regresa a Irán para estudiar Bellas
Artes, poco después se radica en París.
Persépolis, un
cómic presentado como autobiográfico, se desarrolla entre
los momentos finales del régimen del Sha y los primeros años
de la Revolución. La obra, publicada en cuatro volúmenes,
y luego convertida en guión de una película difundida en
gran parte del mundo, tuvo un gran éxito de crítica y público
e inició a la su autora en el camino de la historieta. En
2003 publicó Bordados,
un cómic sobre las mujeres iraníes que fue nominado para
el premio al mejor álbum en el Festival del Cómic de Angulema de 2004. Bordados no obtuvo el premio, pero
sí lo hizo su siguiente obra, Pollo con ciruelas.
Fariba Adelkhah es
antropóloga social. Obtuvo su doctorado en la Escuela de
Altos Estudios en Ciencias Sociales de París en 1989. Trabaja
en el Centre National des Recherches Scientifiques de París
y es miembro del Comité Científico de Estudios Iranios y
de la Revista Mondes musulmans
et de la Méditerranée.
Dentro
de una importante producción sobre problemáticas iraníes
publicadas desde 1993, se encuentra
La Revolución Bajo el Velo, obra seleccionada para elaborar esta
ponencia. Fue publicada en francés en 1991,
traducida al árabe en 1995 y al español en 1996.
Fariba criada “en un medio en el que había
variedad de prácticas religiosas, radicales o liberales.
Pero todas ellas con un papel importante en la pertenencia
a unas redes extensas de sociabilidad”. Sostiene que en las filas islamistas,
no sólo hay varones, también se encuentran mujeres. Centra
su atención en los grupos femeninos formados en Irán después
de la revolución 1979 en el seno del movimiento jomeinista
La frontera, los límites
Para abordar la visión que sobre las mujeres
iraníes tienen las autoras seleccionadas, es útil aproximar
algunas consideraciones acerca de los límites y de la frontera,
en este caso, desde la perspectiva cultural.
Cualquier límite tiene un componente simbólico,
tenemos que reconocer que es un límite relativo, siempre
relacionado con un centro, sin centros no hay periferias.
Cuando nos referimos a espacios geográficos, las periferias
no tienen que estar lejos del centro, pero hay límites cuyo
criterio es más cultural que geográfico, todo depende de
la definición del centro.
En la cuestión que nos ocupa, la determinación
del centro, el decir la esfera desde donde emana el poder,
el poder de la definición y de la emisión de sentidos, se
transforma radicalmente con la Revolución Iraní. El régimen
de Pahlaví se había basado en la modernización del país
en la que los valores
dominantes que se imponían desde el centro correspondían
a la llamada “civilización occidental”, por consiguientes
las lógicas, prácticas e ideologías propias de los iraníes
que no respondían a ese patrón se constituyeron en periféricas.
Con la Revolución iraní, se invirtieron los
términos del eje centro - periferia. El régimen de Jomeini
se sustentó en valores nacionales considerados propios,
no contaminados por la cultura occidental, instaurando una
República islámica. Ello provocó un rotundo cambio en la
emisión de sentidos y en las pautas culturales dominantes,
el nuevo centro rescató los rasgos culturales que en la
etapa anterior habían correspondido a la periferia y los
convirtió en dominantes.
Los límites simbólicos no tienen una correspondencia
directa con el espacio geográfico, las mujeres iraníes referenciadas
por nuestras autoras que responden a patrones culturales
diferentes viven en las mismas ciudades. La frontera que
las separa tiene que ver con la identidad, que es un proceso
dinámico y por ello también fuente de conflictos y tensiones.
La frontera cultural de las mujeres iraníes
y su estudio, constituye una cuestión compleja, más aun
en el período que nos ocupa, la etapa pos revolucionaria,
en la que se verifica lo que Jeremy MacClancy denomina “voluntad
de límite” Es decir, existe un debate interno
por la definición de los límites, hay un empuje hacia los
extremos de cada sector para defender sus posiciones ideológicas
y por ello los espacios fronterizos son difusos y hasta
contradictorios.
Modernidad
El régimen Pahlavi intentó someter a la sociedad
iraní a profundas transformaciones, en consonancia con su
proyecto de modernización autoritaria. La reorganización
económica estuvo acompañada de una ideología y una cultura
que no surgieron de las relaciones sociales directas, sino
de un lugar situado fuera de la sociedad civil y fueron
difundidas en ella a través de la coerción del estado. Se
impone en la sociedad una nueva concepción de cultura, que
quiere ser como las culturas “desarrolladas de Occidente”
con implicaciones concretas en el campo social como aparición
de lugares de convivencia entre los sexos, importancia cada
vez mayor a los medios de comunicación, cambio de calendario,
entre otras.
En lo concerniente a las mujeres, se implementaron
medidas contra la discriminación en el empleo, se otorgó
el voto femenino y se legisló sobre protección a la familia:
se condicionó la poligamia, se concedió a la mujer el derecho
a pedir el divorcio y se modificó la edad del matrimonio.
Estas disposiciones sólo beneficiaron a sectores muy particulares
de la población femenina que habían surgido del desarrollo
económico reciente y de la extensión de los aparatos del
estado.
Las reformas no correspondían a una concepción
moderna o liberal de las mujeres, sobre todo era n una condición
necesaria para que el régimen se ganara la simpatía de los
países occidentales Pese al crecimiento de la escolarización,
los valores tradicionales de las mujeres no habían cambiado
demasiado. La posición de las mujeres ante el matrimonio,
la maternidad o el empleo apenas variaba. Cualquiera que
fuese el nivel de educación, las estudiantes secundarias
y universitarias eran consideradas inferiores a los hombres.
La identificación socio cultural es un tema
subjetivo con implicaciones psicológicas en la que está
en juego la noción de sujeto social, la localización espacio-temporal
está en la base misma del proceso y es a partir de ella
como mejor se puede entender no solo el tema de las fronteras,
sino el de la identificación dentro de ellas.
En este sentido, las dos autoras seleccionadas
son iraníes y aparentemente pertenecen a la misma extracción
social, difieren en su identidad cultural, mientras Fariba
se define como musulmana, en Satrapi es evidente su oposición
a las cuestiones religiosas. Las dos intelectuales desarrollan
su actividad en Europa, situación que se refleja de en sus
producciones de diferente manera.
Mientras Persépolis es una obra de
difusión claramente dirigida al público occidental, la Revolución
bajo el Velo, es producto de una investigación realizada
en Centro europeos desde una posición crítica.
El trabajo de Satrapi que se presenta como
autobiográfico, es adaptado como guión de la película Persépolis
que se difunde en gran cantidad de países. Las mujeres que
protagonizan la caricatura responden a sectores urbanos
de clase media que habían sido favorecidos por el régimen
imperial con un sistema educativo superior al de los países
vecinos, pero los había mantenido al margen de cualquier
representación política.En este período habían incorporado
las formas de vida modernas y se identifican con los valores
de la vida occidental.
En Persépolis se señala:
ü
Como ámbito de esparcimiento se rescata
Kansas, lugar donde se juntan los jóvenes en un barrio acomodado
del norte de Teherán, allí venden hamburguesas, salchichas
y gaseosas.
ü
Ante la imposibilidad material de dirigirse
a Europa o a los Estados Unidos, el destino elegido para
viajes turísticos es Turquía porque “todo lo que parece
moderno” viene de allí.
ü
Como regalos de viaje a la niña le traen
una chaqueta tejana, posters de Kim Wilde y de Iron Maiden, CD de Michael Jakson y elúltimo modelo de Niké.
El imaginario que se desprende de los elementos culturales
considerados como propios es un espejo de occidente, en
todo el guión se desprende la naturalización de los valores
de la modernidad y del capitalismo, en este caso el consumo.
Atribuir a la escuela laica la rebeldía adolescente,
y asegurar que sólo con ese tipo de educación a una jovencita
se le abren las puertas del mundo son tópicos que reafirman
el lugar superlativo que adquiere el laicismo. Supuesto
que se puede verificar en el fragmento siguiente:
ü
“Visto tu carácter y la educación que
has recibido, hemos pensado que es mejor que salieras de
Irán y decidido enviarte a Austria… hay un liceo francés,
uno de los mejores de Europa…“Tienes catorce años y se muy
bien como te he educado, me fío de tu educación, no llores
piensa en tu futuro, Europa se abre a tus pies”.
Los textos y las imágenes de la caricatura
reflejan dos mundos diferentes, separados por una frontera
cultural: el de las protagonistas, las mujeres modernas,
iluminadas por el laicismo y el de las otras, las mujeres
tradicionales bajo la oscuridad de la religión. En esta
división se observa una proyección de los prejuicios sostenidos
por la ideología orientalista.
Por su parte, Fariba Adelhaha centra su atención
en los grupos femeninos formados en Irán después de la revolución
1979 en el seno del movimiento jomeinista. Con materiales
recogidos sobre terreno: entrevistas a decenas de mujeres
de Teherán entre 1985/1987, pintadas en las paredes de la
ciudad y prensa femenina, aborda a círculos femeninos musulmanes
de la capital iraní. Para la mayoría de estas mujeres la
adhesión a la modernidad en la época de Pahlavi acumulaba
frustraciones, fragmentación, y aislamiento.
La cultura islámica había sido reprimida
desde el régimen por las tentativas de occidentalización. Sus aspectos puramente religiosos
habían cesado aparentemente de manifestarse y ciertas prácticas
habían sido abandonadas, sobre todo por las categorías sociales
más expuestas a los cambios económicos. Los admiradores
del nuevo sistema económico y los fascinados por la cultura
occidental, negaban la importancia de la religión y el régimen
trató de mostrarla como un freno al “desarrollo”, por consiguiente
reaccionaria.
Las entrevistadas de Adelkhah consideran
de forma unánime que la corrupción era la esencia de la
sociedad iraní en asa época. La misma tenía que ver con
una relación física connotada por la sexualidad femenina:
“La apreciación de nuestra apariencia, nuestro
modo de vestir, nuestra forma de ser, influía mucho en nuestro
empleo y nuestro futuro profesional”
La corrupción atacaba también los fundamentos
de la familia y favorecía su desintegración:
“Ya no sabíamos dónde estaban nuestros hijos,
nuestros maridos, mientras que hoy van al frente y rezan
la oración nocturna”
A la discriminación sexual se sumaba la discriminación
social, generando un fuerte movimiento de exclusión para
quienes no compartían las pautas culturales dirigidas desde
el poder. La tentativa de modernización, percibida en gran
medida como una injerencia extranjera ajena a los patrones
culturales ligados a la religión, se constituyó en la frontera
que definía la integración o la exclusión
Identidad y alteridad
El régimen del Sha, junto al proceso de modernización,
desarrolló un sistema político cada vez más arbitrario en
el que cualquier oposición era reprimida. Toda sublevación
es aplastada en su origen, queda prohibida toda actividad
que marque la menor divergencia con el poder, por lo tanto,
las luchas clandestinas quedan como las únicas posibles. Las mezquitas constituyen los
únicos lugares de reunión bajo la dictadura en los que se
pueden intercambiar ideas. El estrecho lazo del clero con
las masas populares se fortalece, ambos se solidarizan en
la oposición al régimen En los últimos años la religión
se vuelve cada vez más politizada y a la oposición política
cada vez más religiosa.
La llegada triunfal de Jomeini, exponente innegable
de la oposición a la dominación extranjera y al régimen
Pahlavi, puso de manifiesto el doble poder que se había
ido construyendo en torno a las mezquitas. Ampliamente mayoritario
en el país, hegemónico en teherán y en las ciudades santas,
el clero chiita adquiere una posición dominante en la República
islámica, sociedad en que la moral, la justicia y las instituciones
deber ser islámicas.
Las protagonistas de Persépolis, abiertas a valores y
prácticas occidentales asumidos como propios, identificarán
la alteridad con los árabes y fundamentalmente con los islamistas.
En tanto, las mujeres estudiadas por Adelkahar, que respetan
las normas de la revolución, y luego de la República islámica,
se sienten parte de una sociedad dinámica que rescata su
historia, sus valores y sus costumbres. En ellas, la conciencia
nacional y política están íntimamente unidas para resistir
al otro: Occidente.
En el primer caso, las siguientes narraciones manifiestan
los rasgos culturales atribuidos a los islámicos del régimen
de Jomeini:
“en el servicio militar reclutan chiquillos que vienen
de lugares desfavorecidos… les prometen el oro y el moro
en el mas allá y los ponen a cantar para que entren en trance,
los fanatizan y los lanzan a la batalla, es una carnicería,…
les dicen en la escuela que si combaten y tienen la suerte
de morir, entrarán en el paraíso… que en el paraíso hay
comida, mujeres, casa de oro y diamante…”
Para el Islam el Paraíso es el “…lugar de
las delicias donde los buenos musulmanes serán recompensados
con el goce de los bienes creados. El término más frecuente
utilizado es el al-yanna, el jardín que designa a la vez
el paraíso del que fueron arrojados Adán y Eva y la eterna
residencia de los justos” Como paisaje, se lo asocia generalmente
con espacios verdes donde abunda la vegetación y el agua,
contrarrestando las características del espacio habitado.
El concepto de paraíso en Satrapi está evidentemente
distorsionado, se desvirtúa su sentido religioso más allá
del Islam, al atribuírsele “goces” materiales y sexuales
propios de la sociedad capitalista laica.
“Cuando arrestan
a las jovencitas, como según la ley no se puede matar a
una virgen, la casan con un guardián de la revolución que
la deflora antes de que la ejecuten… cuando una chica se
casa, según la tradición, tiene derecho a que su marido
le de una dote, si la chica muere, el marido debe entregar
la dote a su familia, a una conocida, después que la ejecutaron
para que quede en claro lo que le habían hecho, le mandaron
500 tumanes de dote a sus padres …”
Los islámicos presentados en la historieta son incompatibles
con el mundo moderno. La acción política fundada en el Islam
es caracterizada por el fanatismo y la irracionalidad, como
tendencia general, con prácticas crueles e inhumanas. El
Islam queda identificado con el atraso y la idea de inferioridad.
Dice la protagonista:
“golpearse era uno de los rituales de nuestro país. Durante
algunas ceremonias religiosas había gente que se mortificaba
brutalmente, en ocasiones hasta con cadenas”
El otro componente de la alteridad de las protagonistas
de Persépolis es el árabe al que se lo mimetiza con el Islam.
Se rescata el sentimiento persa contra la invasión árabe
del siglo VII reforzada por la Guerra con Irak, considerada
segunda invasión. Este sentimiento nacional se proyecta
a la religión y a la política.
El padre de la protagonista afirma: “Estoy harto de esta
historia, la única invasión islámica es la de nuestro propio
gobierno”
Todo el relato se divide en dos claros sectores
de la sociedad, por un lado los personajes de la historieta,
que son civilizados, educados, humanos y racionales, y por
otro los musulmanes, que son sanguinarios, extraños, bárbaros
y salvajes. Se advierte así una división ideológica desestabilizadora
que tiene consecuencias sociales, políticas y económicas,
habida cuenta de la difusión de la obra y de su versión
fílmica.
Las mujeres islamistas de la Revolución bajo el velo
presentan una posición contraria. Con fuerte conciencia
nacional, consideran a los iraníes como superiores a los
demás ya que fueron los únicos que enfrentaron la lógica
occidental. Occidente es marcado por su carácter imperialista,
cuyos países se guían por la intención de manipular y negar
a los habitantes de las demás partes del mundo. “¿Acaso
no pretende imponer su modo de vida y de consumo, para apartar
a los iraníes de unos valores seguros, los del Islam, que
ve como obstáculo para su política de dominio?”
La afirmación de la identidad, después de la Revolución,
adquiere un carácter nuevo. Ya no pasa por el menosprecio
del Otro, árabe o turco, sino en la acusación de Occidente
por su injusticia, aunque se rescata el progreso técnico
y el desarrollo económico.
La
cuestión del velo
El proceso de consolidación del poder de
la Revolución pasa por la legislación pero también por un
dispositivo de difusión por el que trata de inculcar su
ideología y el Islam a la población con consignas que transmiten
amenazas y llamadas al orden desde distintas posturas sobre
la mujer iraní y la doble actitud, de delimitación y promoción.
En este sentido se transmiten distintas imágenes
de la mujer, la mujer militante, combativa que tiene el
derecho y el deber de participar en la política. La mujer
madre, que se consagra a las tareas educativas y tiene a
su cargo la felicidad y la desgracia del país y la mujer
musulmana a quien el Islam le exige respeto de ciertas normas
“debe salir de su casa con el hijab y no debe maquillarse.
Uno de los aspectos más islámicos de Teherán
es la tota ausencia de mujeres sin velo por las calles,
ello ha ensombrecido un análisis más profundo y detallado
sobre los demás aspectos de la vida de las mujeres.
El tiempo transcurre a través de un conjunto
de acontecimientos que configuran el presente. Los individuos
de cualquier grupo humano los protagonizan, pero estos acontecimientos
no son homogéneos, no todos viven el presente de la misma
manera, ni se ven afectados en igual medida por las cosas
que suceden. La cuestión del velo puede tomarse como un
caso paradigmático para analizar los dos trabajos.
En Persépolis se alude a las mujeres que
no se resisten a llevan el velo como “integristas” y a las
que “mostraban su oposición al régimen dejando algunos mechones
al descubierto” como modernas. Como es sabido el concepto
integrismo tiene una fuerte carga negativa y es frecuentemente
utilizado por los intelectuales occidentales para referirse
al Islam político. Esta visión hace referencia a “identificar
una fe religiosa o política con la forma cultural o institucional
que pudo revestir en una época anterior a su historia. Creer
que posee una verdad absoluta e imponerla”.En el mismo “la lectura de las
fuente sagradas es la más intransigente, la más literal,
la más rígida y como tal la más reticente a la exégesis
innovadora”.
Las mujeres musulmanas aparecen generalmente
desvalorizadas. Se equipara en la descalificación tanto
a las Guardianas de la Revolución utilizando epítetos como
“¡bájate le pañuelo, putita!” dirigiéndose a una niña, con
las refugiadas chiitas que vienen de Irak asociadas a la
prostitución. En el siguiente diálogo se manifiesta:
“Mi vecina dice que sus mujeres se prostituyen
¡no tienen dignidad!”
“Dentro de poco, además de la comida, tendremos
que vigilar a nuestros maridos, con todas esas zorras. Ya
se sabe las mujeres del sur son todas una putas”
Además de las expresiones agresivas detalladas,
se pone en duda la posibilidad de que exista un sentimiento
religioso auténtico, sea por muestras de oportunismo o ignorancia.
Por ejemplo:
La señora de la limpieza, pisa las uvas en
la bañadera (haciendo vino para sus patrones) repitiendo
¡qué dios me perdone! alzándose la falda en una imagen ridiculizada.
“La has visto, hace menos de un año andaba
enseñando las piernas con su minifalda y ahora la señora
lleva chador por conveniencia”
El imaginario que se advierte en este trabajo
se centra en las características de las mujeres musulmanas,
sólo desde la perspectiva de su vinculación con la religión,
en la que incluyen sin diferenciar a las que participan
políticamente.
La perspectiva de las mujeres entrevistadas
en La revolución Bajo el Velo, señalan las dificultades
que enfrentaban muchas mujeres durante el régimen imperial
en su vida diaria pues presentaba una separación muy clara
entre los valores de lo privado y lo público, entre el pasado,
entendido como la “tradición” y el presente entendido como
la “modernidad”. Todas las estructuras modernas, la escuela,
la universidad, las administraciones, las nuevas distracciones
como el cine y la televisión se definían por la negación
y la exclusión de los valores y las lógicas tradicionales,
o por su marginación en el ámbito privado.
Un testimonio expresa: “Era la mejor alumna
de mi clase, pero no conseguía tener buena relación con
mis profesores a causa del velo que llevaba. Entonces le
pedí autorización a mis padres para hacerme scout, lo cual
me abría permitido cambiar el velo por le uniforme. Pero
mis padres por supuesto, no me dejaron”.
La prohibición de llevar velo en la Universidad
(hasta 1970) llevó a que algunas se refugiaran en la estructura
familiar, sin posibilidad de recibir educación superior
o trabajar. No llevar velo podía indica la pertenencia a
una clase social acomodada o moderna. La universidad y el
mundo del trabajo, evidentemente eran lugares apropiados
para ostentar el lugar ocupado en la escala social.
Fariba pone de relieve la doble contradicción
que caracteriza a la situación de la mujer en Irán, que
se concentra en la cuestión del velo durante los reinados
de los últimos shaes la obligación de quitarse le velo agravó
el encierro de las iraníes en el seno de sus familias; en
cambio, con la República Islámica, gracias al velo, y aunque
sea por obligación, han podido tener una presencia cada
vez mayor en la vida ciudadana. La autora rescata a la mujer
militante que acepta las normas islámicas, lo que no implica
un impedimento para participar en el ámbito público, inclusive
en la política.
“Antes de la revolución mi padre nunca me
habría dejado entrar en la universidad, y aún menos vivir
en la ciudad universitaria”.
Participación
política
La oposición del chiísmo al poder central del estado
es inseparable de su historia y de su naturaleza misma,
pero nunca la religión había convertido en un arma ideológica
que movilizara a tantos hombres y mujeres y los impulsara
a la acción como a fines de los ’70. La situación económica
y política generaba múltiples descontentos, la injusticia
social desmedida y la degradación de la vida cotidiana alcanzaba
hasta las capas medias. El Islam ocupaba una posición privilegiada
como unificador de la oposición. Posición que fue reforzada
por haber sido blanco de los ataques del régimen en especial
como cultura del conjunto de la sociedad, sentida por el
Scha como un peligro.
La sublevación que condujo a la abdicación del Sha
y a la proclamación de la República islámica http://es.wikipedia.org/wiki/Mohammad_Reza_Pahlevifue
el resultado de una alianza sin fisuras entre intelectuales
islamistas, la burguesía piadosa y la juventud urbana pobre.
El ámbito intelectual islamista fue rápidamente dominado
por Jomeini, que supo minimizar o reducir las divisiones
un su interior
Revolución Iraní se llevó a cabo en rechazo
a los supuestos de todas las revoluciones posteriores a
1789, es la primera revolución
en contra de Occidente, en contra de los valores de la Revolución
Francesa. A pesar de todas las apariencias de que en Irán
sobrevino un retorno al pasado, que era tradicional, en
algunos aspectos resulta moderna: No se produjo en el campesinado
sino entre las clases medias y los pobres de las ciudades,
no alcanzó sus objetivos por medio de la violencia, sino
por medios políticos, a través de la protesta de la oposición
de masas y de la huelga general política.
Si bien el régimen de Jomeini cometió excesos
de toda clase, Irán es una República dotada de una constitución,
supervisada por religiosos, pero redactada por juristas.
Su presidente y los diputados son elegidos por sufragio
universal y el parlamento tiene una participación efectiva,
no es una simple cámara de registro.
A partir de 1979 el afán
de islamización de la sociedad urbana es sometido en su
concepción y su realización, a variaciones considerables,
pero la doctrina se basa siempre en la misma exigencia “tener
en cuenta las normas y los ritos islámicos”.Esta
situación se proyecta en las medidas concretas aplicadas
a las mujeres, la ley del talión se vota en 1982, pero las
mujeres no podías ser juezas desde 1979, el hijab se declaró
oficial en los lugares oficiales en l980, pero ya se llevaba
desde un año antes.
Los protagonistas de Persépolis consideran
la revolución como la etapa inicial del proceso, asociada
a una revolución burguesa. Desde esta perspectiva, la misma
ha fracasado a causa del control del poder alcanzado por
los sectores islamistas.
Esta visión se puede ejemplificar en los
siguientes fragmento de las protagonistas: “A pesar de todo,
la revolución aun hervía en la sangre de la gente, hubo
algunas manifestaciones en contra” llevan a la niña porque…”
Como mujer, es ahora cuando debe aprender sus derechos”.
La manifestación concluye por la acción -en imágenes- de
barbudos con palos que golpean a las mujeres y les laceran
las piernas con cuchillos.
Los islamistas son considerados peligrosos
tanto en las relaciones exteriores como en las políticas
internas. Se los acusa de ser los únicos responsables del
conflicto con Irak. Omitiendo la injerencia de la política
internacional y de otros países en la guerra, se responsabiliza
a “los “integristas iraníes” de instigar “a los chiitas
de Irak a sublevarse contra Saddam… esto le ha dado el pretexto
perfecto para atacarnos”.
En el orden interno, se denuncia al gobierno
islámico de utilizar el sistema educativo para inculcar
la martirología en la infancia, aspecto considerado como
un componente del ser musulmán:
“En la escuela nos ponían dos veces al día
en fila para llorar por las víctimas de la guerra, la dirección
de la escuela ponía música triste y nosotras nos golpeábamos
en el pecho”
La protagonista comenta “golpearse era uno
de los rituales de nuestro país. Durante algunas ceremonias
religiosas había gente que se mortificaba brutalmente, en
ocasiones hasta con cadenas”
La lógica de la historieta es lineal, una
familia occidentalizada de clase media, se suma a una revolución
que busca derrocar el gobierno autoritario del Scha y permitir
la participación política de la ciudadanía a semejanza de
las revoluciones burguesas. La orientación religiosa del
poder que prioriza a sectores que acepten el carácter islámico
de la República, serán centrales, y los sectores “modernos”
quedan en la “periferia”, desde esta óptica los cambios
de la sociedad iraní implican un atraso, una vuelta al pasado,
asimilado al integrismo, tomando la denominación del partido
integrista español creado en 1919.
La madre: Ya lo verás, acabarán obligándonos
a llevar el velo y a ir en camello. ¿Dios míos Qué política
más retrograda!
En el caso de las mujeres islamistas de la
Revolución Bajo el Velo el movimiento de 1979 significó
una ruptura y discontinuidad que dio paso a cambios que
se pensaban imposibles pocos años antes.
La revolución islámica incorporó la participación activa de las mujeres en la escena
política. Su intervención se efectuó en el marco de la movilización
familiar en contra de la sociedad imperial sin plantear
reivindicaciones específicas para las mujeres.
Para estas islamistas, la revolución es concebida
como una inversión de la anomia que prevalecía en la época
de los Pahlavi ya que da sentido a las existencias individuales
y de la sociedad.
Consideran los cambios producidos como una
necesidad que fortalece el movimiento que defiende valores
nuevos y antiguos, pero reconocidos por todas. Frente a
la atomización, el desamparo y la duda aparecen la solidaridad,
la ayuda mutua y la confianza.
Un testimonio afirma: “La gente se ayudaba
mutuamente, no se cerraban las puertas de las casas” en
un período tan agitado surge, paradójicamente, un sentimiento
de seguridad, nacido de la unidad y la igualdad “La gente
avanzaba codo con codo, todos juntos, hombres y mujeres,
izquierdistas y religiosos, ricos y pobres”.
Las mujeres iraníes fueron verdaderas protagonistas
de la revolución, y no sólo sus víctimas como pretende cierta
visión occidental. Según testimonios “El Islam no es sólo
practicar las oraciones y la cuaresma, también hay que participar
en la vida social y política de nuestro país” así el activismo
se convirtió en una cualidad nueva de las musulmanas.
En síntesis, los valores de la sociedad moderna,
como núcleo de las relaciones de hegemonía cultural trazadas
desde occidente y en especial por Estados Unidos trataron
de imponerse en Irán durante el régimen del Sha, subordinando
las pautas culturales y las formas de entendimiento de la
sociedad musulmana, estableciéndose una frontera cultural
entre Oriente y Occidente.
En lo referente a las mujeres, las reformas
de los Pahlavi más que mejorar las condiciones del género
se orientan a responder a los requerimientos de los países
occidentales. Irán como “Gendarme del Golfo”, buscó formar
parte de los procesos formativos de hegemonías globales.
La Revolución islámica implicó una profunda
ruptura y un cambio radical en la posición de Irán en la
política internacional. Su rechazo a los valores de la Revolución
francesa y a las pautas culturales de occidente, van más
allá de la resistencia al dominio de los países centrales,
constituye un enfrenamiento abierto. Irán se convierte en
el único espacio que disputa la emisión de sentidos a Occidente,
desde valores vinculados al Islam.
La cuestión de Irán, junto a Vietnam, es
un emblema en la política internacional de Estados Unidos.
Ante la pérdida de su control a manos del nacionalismo religioso,
refuerza los mecanismos políticos e ideológicos de negación
del otro, preparando una posible intervención.
En este contexto ubicamos las producciones
de Persépolis y la Revolución Bajo el Velo.
Las autoras se ven enfrentadas a esta frontera cultural
entre Oriente y Occidente por su condición de iraníes, por
su formación universitaria y residencia en Europa.
Marjane Satrapi, representa su experiencia
personal, familiar y social en la historieta -la protagonista
lleva su nombre- proyectándola a la sociedad en su conjunto.
La visión que subyace en la obra refleja, prácticamente
sin mediaciones, su occidentalidad. Desde la cuestión religiosa,
aborda a la sociedad y a las mujeres iraníes utilizando
las categorías del orientalismo. Inconciente o deliberadamente
refuerza y difunde la mirada interesada y descalificadota
de los centros emisores de sentido hegemónicos. No traspasa
esa frontera.
Fariva Adelkahar aporta una visión desde
la exterioridad de la lógica hegemónica, supera la frontera
cultural de occidente, sin negarla. En la obra se propone
“entender” a las mujeres islamistas desde sus experiencias
existenciales y particularidades históricas. Con esta perspectiva,
más allá de la indumentaria y las prácticas religiosas que
las identifican, la autora puede rescatar la militancia
y participación política las mujeres musulmanas, muy restringidas
antes de la Revolución, otorgando un lugar significativo
a la diversidad cultural.
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