Nombre
del ponente: María Celina Flores
Sección
interdisciplinaria de estudios de Asia y África, FFYL, UBA
celiflores80@hotmail.com
Los
costos de la reconciliación: una explicación a la xenofobia
en Sudáfrica
(Versión
preliminar)
En mayo del 2008, Sudáfrica se vio
conmovida por una ola de violencia xenófoba que se expandió
rápidamente por varios barrios del conurbano de Johannesburgo,
Ciudad del Cabo y Durban.
Miles de inmigrantes, en su mayoría
provenientes de los países fronterizos, Zimbabwe y Mozambique
entre otros, fueron atacados por sus vecinos, quienes los
responsabilizaban por los altos índices de criminalidad,
inseguridad y desempleo. Frases tales “Los extranjeros deben irse o morir”, ilustran la xenofobia que inspiró la violencia que, luego
del 11 de mayo, se ha esparcido por diversos lugares, todos
ellos barrios de pocos recursos económicos, afectados por
serios problemas de vivienda y sanidad. Las cifras oficiales
hablan de aproximadamente 42 muertos (de los cuales la mitad
fueron sudafricanos), 16.000 desplazados y al menos 400
arrestos.
El
gobierno de Sudáfrica ha tenido serios inconvenientes para
manejar la situación, las fuerzas de seguridad no estaban
preparadas para contener a las comunidades afectadas. Tampoco
ha podido dar una rápida respuesta al pedido de refugio
de los inmigrantes que han tenido que salir escapando de
sus casas.
Amplios
sectores de la sociedad civil, a pesar del pánico, han respondido
rápidamente. El día 24 de mayo, se realizó una marcha multitudinaria
en Johannesburgo repudiando lo ocurrido. Por su parte, la
Iglesia ha tenido una importante participación dando asilo
a los desplazados,
contando, para ello, con
una significante ayuda de voluntarios.
Las
organizaciones no gubernamentales han seguido de cerca la
situación, han realizado seminarios para analizar y debatir
sobre las causas de la violencia. Como resultado, han difundido
comunicados e informes, que serán utilizados como fuente
en este trabajo.
La
noticia recorrió el mundo, la fotografía de un inmigrante
prendiéndose fuego era la expresión más contundente de la
situación que estaba viviendo el país de la reconciliación.
Las sensaciones desprendidas ante la interpelación de esa
imagen, ya eran conocidas para la sociedad sudafricana.
Repentinamente, Sudáfrica se encontró cara a cara con el
peor de sus pasados.
Durante
la década de 1980, se llegó al punto máximo de violencia
en la lucha contra el Apartheid. El necklacing era una práctica
de linchamiento público, que consistía en colgar del cuello
de la víctima un neumático con gasolina, al que luego prendían
fuego. Esta práctica
era habitual entre los sectores negros y estaba dirigida
a los que se consideraban traidores o delatores dentro de
las filas de la resistencia. En 1985, Kevin Carter fotografió
uno de los primeros casos de necklacing, esa foto recorrió
el mundo.
Si
uno compara ambas fotos, puede comprender lo que los sucesos
de los últimos meses, han despertado en la sociedad sudafricana:
“No había visto una imagen así desde hace mucho tiempo.
No es que no veamos fotos de cuerpos sin vida en la portada
de los diarios, fotos de cuerpos negros. Pero me parece
que ver un ser humano consumiéndose por el fuego, es otra
cosa. La lucha por sobrevivir, la batalla a la muerte que
está siendo animada desde nuestro vecino, es de donde venimos
y no podemos darle la espalda.”
La xenofobia no es algo extraño en
estos días, podríamos decir que es un fenómeno mundial,
al cual muchos autores ven como una de las tantas consecuencias
de la crisis del “Estado- Nación”. Así lo señalan Jean y
John Comaroff:: “La mayor parte del debate sobre la “crisis”
del estado-nación gira sobre el argumento de que los gobiernos
no pueden controlar por más tiempo la corriente de dinero
e instrumentos comerciales, de trabajo y mercancías, de
flora y fauna, de información, de sustancias ilegales y
de extranjeros no deseados… Por esta razón tantos estados,
quizá casi todos, actúan como si fueran constantemente víctimas
de un doble fenómeno: la invasión desde fuera y desde dentro,
la desaparición de lo que propiamente debería pertenecerles.
Sudáfrica, por ejemplo, lamenta la fuga de cerebros y el
hecho de que sus estrellas del deporte sean expulsadas del
mercado, al tiempo que se queja angustiosa y xenofóbicamente
por la afluencia de millones de inmigrantes, quienes, como
podremos ver, sufren con frecuencia claras violaciones de
sus derechos humanos”
Debemos
aceptar que la xenofobia es parte de un fenómeno mundial,
pero no podemos dejar de cuestionarnos sobre la complejidad
inherente a la presencia de ésta en la nación “arco iris”.
El objetivo de este trabajo es analizar
esa complejidad, intentando comprender qué nos pueden decir
estos sucesos sobre los límites y alcances de la política
de transición y más específicamente sobre su principal pilar:
la reconciliación.
La
nueva Sudáfrica
La transición democrática en Sudáfrica data de comienzos
de la década de los 1990. El ascenso de Frederick De klerk,
en 1989, a la presidencia de la Nación significó el inicio
de las negociaciones entre el Partido Nacional y el Congreso
Nacional Africano para una salida pacífica del sistema de
segregación racial formalmente vigente desde 1948.
El símbolo del inicio de esta nueva etapa fue la
liberación de Nelson Mandela, tras 27 años de prisión, el
11 de febrero de 1990.
En 1994 se realizó la primera elección democrática,
Nelson Mandela se convertía en el primer presidente de la
nueva Sudáfrica, una nación que necesitaba ser refundada
con el objetivo de evitar una potencial guerra civil entre
sus habitantes. Esta nueva sociedad debía cobijar a todos
los que vivan en ella. Para eso, era necesario volver a
pensar el significado de qué era ser sudafricano, debía
constituirse una identidad inclusiva que trascienda las
barreras del color.
El lema de la Nación Arco iris, creado por el Arzobispo
Desmond Tutu, simbolizó los objetivos del primer gobierno
democrático, lograr armonía entre los diversos colores que
convivían en suelo sudafricano.
El Estado tenía un rol central en este proceso. Uno
de los primeros pasos que debió enfrentar, fue “cerrar el
pasado”, marcar una línea entre éste y el presente. Era
necesario juzgar al pasado, pero la forma que se
adoptase debía ser congruente con la idea de armonía. Había
que responder a las víctimas y mitigar tanto sufrimiento,
pero sin una idea de venganza, lograr el “perdón” para hacer
factible la reconciliación.
Los pilares
fundamentales de la transición fueron: el concepto de Ubuntu,
la verdad y la reconciliación. Estos conceptos se constituyeron
en la base para el trabajo de la Comisión de Verdad y Reconciliación,
hito fundacional de la Sudáfrica post apartheid. Los objetivos
de este proceso serían: verdad para la sociedad, amnistía
para los perpetradores y reparaciones para las Víctimas.
El concepto de Ubuntu, término proveniente de la
lengua Zulú, remite a que la humanidad está interconectada,
y mi humanidad solo es completa a través de otras personas. Como señala Desmond
Tutu: "Una persona con ubuntu es abierta y está
disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente
amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo,
porque está seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece
a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas
son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados
u oprimidos."
Esta concepción guió la idea de que la transición
democrática debía ser una conciliación entre las partes
heridas de la sociedad. La sociedad debía reconocer lo que
había sucedido, liberarse de la culpa y la “enfermedad”
a través de la confesión, para así poder reconocer la humanidad
que está por debajo del color de piel, y a raíz de la cual
todos están intrínsecamente unidos. A partir del Ubuntu,
Tutu “africanizó” el concepto cristiano de reconciliación:
“Tu sólo puedes ser humano en una sociedad humanizada.
Si tu vives con odio y sed de venganza en tu corazón, te
deshumanizas no sólo a ti mismo, sino que a toda la comunidad”.
La reconciliación sería factible cuando la sociedad
logre extirpar los fantasmas del pasado a través de un proceso
social en el que todos se sientan involucrados.
A raíz de estas particularidades, Sudáfrica se presenta
a los ojos del mundo como un modelo exitoso. El énfasis
puesto por el discurso oficial sobre el éxito de este proceso,
choca violentamente con la realidad de estos días. Muchos
interrogantes se abren, con respecto a los legados del acontecer
histórico. ¿Debemos creer que el apartheid ha quedado enterrado
y que las únicas secuelas que ha dejado podrán solucionarse
con “reparaciones”? ¿Podemos hablar de una verdadera reconciliación?
Muchos autores
sudafricanos, en los últimos años, han descartado
esta posibilidad, insistiendo en que Sudáfrica debe seguir
trabajando en la transición y la reconciliación. Una de
las áreas más frágiles es, sin lugar a dudas, la justicia.
En 1996, Mahmood Mandani, realizaba los primeros llamados de atención
con respecto a las consecuencias del proceso de amnistía,
se preguntaba: “¿Si la verdad reemplazó a la justicia,
la reconciliación se convertirá en un abrazo del mal?”
Los principales
organismos de Derechos Humanos también han contribuido a
profundizar la crítica en relación al rumbo que ha tomado
el proceso, llamando la atención con respecto a la situación
de los inmigrantes, y las consecuencias del gran crecimiento
económico conjugado a una extrema concentración de sus beneficios.
Los sucesos
de mayo, han servido como catalizador
para todas estas voces que venían reclamando, desde hace
tiempo, un debate profundo sobre el alcance de las políticas
post apartheid referidas a la reconciliación.
Viejos/ nuevos debates: buscando explicaciones a la xenofobia.
Los primeros
que emitieron comunicados públicos repudiando lo ocurrido
fueron los organismos de Derechos Humanos, entre los más
importantes mencionaremos: el Centro para el Estudio de
la Violencia y la Reconciliación, el Instituto de Relaciones
Raciales y el Instituto para la Justicia y la Reconciliación.
Varios análisis,
generalmente extranjeros, señalaron como principal responsable
de la violencia a la extrema pobreza que afecta a cientos
de comunidades.
Sin embargo,
otros analistas, entre los que se encuentran los organismos
señalados, alertaron sobre la necesidad de un análisis mas
complejo del fenómeno, incorporando variables que llevan
a importantes replanteos y críticas con respecto a la realidad
de la “nueva Sudáfrica”.
El Instituto
Sudafricano de Relaciones Raciales fue muy contundente al
respecto: “La violencia sufrida en las últimas semanas
debe ser directamente atribuida a una serie de fallas en
la política del actual gobierno de Thabo Mbeki.”
En su mayor
parte, las declaraciones apuntan a dos cuestiones: por un
lado, algunas críticas van dirigidas hacia las políticas
implementadas por el gobierno actual, las que al parecer
se alejarían mucho de los principios fundantes de la nueva
Sudáfrica. Y por otro lado, algunos análisis plantean la
necesidad de re-instalar el debate sobre la complejidad
de la reconciliación y la lucha contra los legados del apartheid.
Profundicemos
acerca de estas dos cuestiones.
“El príncipe se ha convertido en sapo”
La presidencia
de Thabo Mbeki, ha tenido muchos cuestionamientos, es continuamente
comparado con su antecesor, Nelson Mandela. Se ha llegado
a decir que Thabo Mbeki representa una “traición” a los
ideales de la nación Arco Iris. En este punto, es necesario
remarcar fuertemente la diferencia entre los contextos políticos
de ambas presidencias. Al hablar de diferentes coyunturas,
hablamos también de diferentes necesidades y objetivos.
Podemos acordar,
que la presidencia de Nelson Mandela tenía como principal
objetivo evitar que el fin del apartheid desembocara en
una guerra civil. Siguiendo esta meta, sus acciones estuvieron
orientadas a fortalecer los fundamentos morales de la reconciliación
y el acuerdo entre las principales fuerzas políticas.
Sin embargo,
Thabo Mbeki, presidente desde 1999, delineó otras prioridades.
Llamó a abrir nuevamente el debate sobre la reconciliación,
pero planteó un argumento reformado acerca de cómo se lograría
la misma. Según sus concepciones, la verdadera reconciliación
se lograría cumpliendo uno de los principios fundantes para
la nueva Sudáfrica: la igualdad de oportunidades para todos.
Según sus palabras, la prioridad debía ser
la justicia económica.
Evidentemente,
en sus primeros años como presidente Mbeki ha mantenido
el compromiso de seguir en la pelea por la reconciliación.
La mayor crítica que se le realiza al gobierno actual, es
que esa pelea pareciera haber quedado sólo en un nivel discursivo.
Diversos análisis alertan sobre la fuerte contradicción
entre el discurso y la práctica, que ha transformado los
conceptos fundantes de esta nueva era, en abstracciones.
En un seminario
de emergencia organizado por el Centro para el Estudio de
la Violencia y la Reconciliación, Michael Neocosmos presentó
las principales claves para pensar la complejidad inherente
a la xenofobia en Sudáfrica.
Según el autor,
la violencia y la xenofobia evidencian que la realidad está
yendo por un camino muy distinto a lo que los discursos
oficiales parecen mostrar. Muy por el contrario a la identidad
resumida en el UBUNTU, la nueva identidad post- apartheid
sigue reforzándose bajo la idea de excepcionalidad, presentado
rasgos xenofóbicos y con una fuerte presencia de la etnicidad.
La construcción del nuevo nacionalismo sudafricano, ha llevado
al fortalecimiento de la política del miedo, fundamentalmente
el miedo a los otros.
El 1998, Human
Right Watch ha llamado la atención, en el Informe de 1998,
con respecto a las consecuencias de la llegada
masiva de inmigrantes: “La preocupación pública por el
aluvión de inmigrantes indocumentados que ingresan a Sudáfrica
diariamente, acompañada por un aumento de los sentimientos
xenófobos ha dado lugar a una serie de ataques contra los
extranjeros que trabajan, por ejemplo, como vendedores ambulantes.
La respuesta de la policía a esos ataques no ha sido la
adecuada.”
Este sentimiento
de xenofobia, se empezó a expresar, también, en gran cantidad
de discursos oficiales, uno de los mas recodados en estos
días, fue el comentario del entonces Ministro de Asuntos
Interiores, Mangosotho Buthelezi: “si nosotros como sudafricanos
vamos a competir por
los escasos recursos con millones de extranjeros que están
entrando en nuestro país, entonces podemos despedirnos de
nuestro programa de reconstrucción y desarrollo”.
Progresivamente,
se fue creando una idea general de que los inmigrantes llegaban
al país con el objetivo de llevarse todo y no dejar nada.
Claramente esto dista mucho de la idea de mancomunidad africana reflejada en el
Ubuntu.
Otro elemento
que contribuyó en parte a la existencia de un clima general
de xenofobia es el reforzamiento de la idea de excepcionalidad
sudafricana en la nueva identidad. Esta idea de excepcionalidad
no es nueva, sino que era el principal componente del nacionalismo
afrikaner: “La historia de los afrikaners revela una
determinación y una precisión de propósito que hace sentir
que la afrikanerdom (conjunto de la nación y de la ideología
afrikaner) no es una obra humana sino una creación de dios.
Tenemos un derecho divino a ser afrikaners, nuestra historia
es la obra más grandiosa del arquitecto de los siglos”
El proceso
de conformación de la identidad sudafricana post apartheid
pretendió, por lo menos desde el discurso, poner fin a esa
idea de excepcionalidad afrikaner, para integrar a Sudáfrica
en una identidad más inclusiva, tanto al interior del país
como en el continente. Tabo
Mbeki, siendo vicepresidente, en el acto de sanción de la
nueva constitución, pronunció uno de sus mas famosos discursos,
en donde delineará los principios fundamentales de la nueva
identidad sudafricana: “Yo soy Africano, Yo he nacido
de las entrañas de la gente de este continente. El sufrimiento
de la violencia de
la población de Liberia, Somalia, Sudan, Burundi y Algeria, es un sufrimiento
propio también. La pobreza, sufrimiento
y degradación humana que se viven en mi continente es una
frustración que compartimos todos.”
. Como vemos, esta identidad pretendía ser inclusiva, rescatando
lo que es común a todos, la africanidad.
En la realidad,
impulsado por el éxito del proceso de transición, entre
otros aspectos, la
idea de “pueblo elegido” volvió rápidamente a ser parte
del nacionalismo sudafricano. Este cambio se ve expresado
en la concepción de UBUNTU, que se refleja en el último
discurso de Mbeki, en conmemoración del día de África: “La
violencia y la criminalidad que hemos visto en unos pocos
sudafricanos, se
ha parado en contra a nuestra búsqueda para construir una
sociedad mas humana, resumida en los valores del Ubuntu…
En este día, el día de África, hagamos una pausa para reflexionar
sobre qué es ser un ser humano, un sudafricano, y un africano”. Claramente en estas palabras, Ubuntu
queda remitido a la humanidad dentro de la nación arco iris,
Sudáfrica es nuevamente pensada como fuera del continente,
como señala Neocosmos: “África representaba el lugar
del otro”. Es mas, el éxito de la política de reconciliación,
en su objetivo mas concreto: evitar la guerra civil, no
hizo mas que aumentar la idea de que Sudáfrica tenía un
pasado y un futuro único. Y que debía conformarse en un
ejemplo para la humanidad.
¿Es tiempo de renunciar a la reconciliación?
Otro punto de análisis abordado a partir del conflicto,
fue la complejidad inherente al proceso de reconciliación.
Varios organismos
de Derechos Humanos, enfatizan en la necesidad de asumir
la complejidad de la lucha contra los legados del apartheid,
y que todavía queda un largo camino por recorrer
en términos de reconciliación: “¿Es
posible que los sudafricanos nos hallamos tontamente convencido
de que hemos logrado la
consolidación de la democracia: que en virtud de un legado
honorable, una constitución, elecciones limpias y libres
y la existencias de instituciones democráticas, todo se acomodará solo?”
Veamos detalladamente
cuáles son las críticas a los límites de la política de
la reconciliación y las consecuencias de la misma para la
formación de la nueva Sudáfrica.
En 1973 fue
la primer vez que la comunidad internacional, a través de
la Resolución nº 3068 de la Asamblea de Naciones Unidas,
la “Convención internacional sobre la represión y el
castigo del crimen del apartheid”, determinó que el
sistema de segregación racial implementado en Sudáfrica
constituía un Crimen de Lesa Humanidad. La comisión de Verdad
y Reconciliación, en el informe de 1998, retomó esta calificación
y afirmó que el reconocimiento de lo ocurrido sería el primer
paso para la reconciliación.
Mahmood Mandani,
en un artículo del 2002, plantea que la metodología que se utilizó
en el trabajo de la comisión, limitó en la práctica a la
política de la reconciliación. La base de está afirmación
está, en lo que el autor considera, una incongruencia entre
medios y fines.
Para este
autor, calificar a un crimen como de Lesa Humanidad, implica
enfatizar en las prácticas institucionalizadas de discriminación
y persecución. Muy por el contrario, la comisión trabajó
a partir de las violaciones particulares a los derechos
humanos. A pesar del énfasis puesto en que el trabajo de
la comisión fuese público, lo que suponía que la sociedad
sea parte activa de ese proceso, la metodología de trabajar
con las víctimas y los perpetradores determinó una solución
a nivel individual. El trabajo sobre la reconciliación se
llevó adelante entre víctimas y perpetradores, representando
su reconciliación como la de toda la sociedad. El proceso
de sanación no fue realmente pensado como un proceso social,
no se desarrollaron acciones que contribuyeran al reconocimiento de que todos, tanto víctimas y perpetradores, eran
sobrevivientes que tenían la obligación de construir un
futuro juntos: “la reconciliación no puede ser entre
víctimas y perpetradores, solo puede ser entre sobrevivientes”.
Otra de las
falencias a destacar, es que la característica individual
que tuvo el proceso no dio lugar a la consideración de las
consecuencias sociales de las políticas de segregación racial,
implementadas, primero por el gobierno colonial y luego
por el estado del Apartheid.
Las políticas de institucionalización de la desigualdad,
como la segregración, los desplazamientos forzosos, la división
del grupo subyugado en “etnias”, han formado la base del
Estado sudafricano. La refundación de la nación debía transformar
las antiguas estructuras y trabajar con las consecuencias
sociales de dichas políticas. La lucha contra los legados
del apartheid, no deja de ser una lucha contra los legados
más profundos del Estado Colonial. Y en eso Sudáfrica no
difiere del resto de África.
La ola de
xenofobia ha sido retratada por los medios como una violencia
“black on black”, la misma caracterización que había tenido
la violencia durante la segunda mitad de la década 1980
bajo el Estado de emergencia.
Por otro lado,
la frase “que
se vayan los Shangas” emitida por los perpetradores
de la violencia contra los inmigrantes, muestra los elementos
que dividen a estos grupos sociales. ¿Cómo podemos interpretar
esta violencia de “negros contra negros”? ¿Debemos comprar
la idea de que corresponde a la barbarie propia de la etnicidad?
Claramente no, Mahmood Mandani nos brinda algunas claves
para complejizar el análisis.
Como sucesor
del estado colonial, el Apartheid dividió a la población
entre nativos (esta calificación correspondería a los grupos
“habitante de la tierra”) y no nativos (todo grupo que se
considerara como “llegado a esas tierras”). A los primeros
le correspondería una clasificación étnica y estarían regidos
bajo la ley constitudinaria, los no nativos serían divididos
a partir de criterios raciales, y legislados bajo la “ley
moderna”. Por supuesto la división racial, determinaba una
jerarquización entre las mismas, la raza blanca gozaría
de todos los derechos civiles, y razas inferiores (como
los Colours y los indios) tendrían derechos civiles limitados.
“Donde la población negra fue fragmentada en diversas
autoridades étnicas, la violencia entre negros simbolizaba
tanto la violencia contra otras etnias, como la resistencia
a esas categorizaciones”. Las comunidades negras se encontraron
doblemente divididas, por criterios raciales y por criterios
étnicos.
La existencia
del estado bifurcado, según Mamdani, es una de las mayores
consecuencias del sistema de segregación racial, la violencia
de negros contra negros, la apelación a las identidades
étnicas no son mas que legados directos de las profundas
huellas que ha dejado este sistema en la sociedad. La lucha
por los recursos se sigue realizando en clave de esta bifurcación,
la apelación a la etnicidad sigue constituyendo una herramienta
fundamental para la adquisición de beneficios.
En la Sudáfrica
post apartheid, no ha existido un cuestionamiento de las
divisiones sociales, tanto étnicas como raciales. La nación
Arco Iris pretendía la integración de los diferentes grupos,
pero no tenía como objetivo su desmantelación. En este caso,
la violencia desatada contra los inmigrantes, trae nuevamente
el debate con respecto a la necesidad de, no solo desracializar
la sociedad civil, sino de terminar con la bifurcación del
estado llevando a su “desetnitización”.
Para dejar
al pasado atrás, hay que abandonar todos sus componentes;
el racismo, el miedo al otro y la injusticia parecieran
ser filtraciones de un pretérito que pareciera, no haber
quedado tan lejos como lo suponen los discursos oficiales.
Como señalo un periodista del Mail & Guardian, en el
mes de julio: “En todas partes, la gente honrada
debe levantarse contra el racismo y la xenofobia.
La lucha contra el apartheid es un proceso, no un evento”.
Delineando
algunas conclusiones
Dicen que la xenofobia y el racismo
denotan una profunda inseguridad de quien lo ejerce y lo
expresa, el miedo al “otro” se canaliza en agresión y expulsión.
Recorriendo rápidamente la historia
de Sudáfrica, uno se encuentra con que por lo menos desde
el S XVII, el miedo a los otros ha sido una constante. La
progresiva estructuración del apartheid, durante el S.XX,
por una minoría blanca es una gran evidencia.
Sudáfrica ha tenido la conciliación
como problema desde su fundación, evidentemente el proceso
de transición iniciado oficialmente en 1994 con la instauración
de la Nueva Sudáfrica no ha podido cortar con esta historia.
Los sucesos de mayo, han demostrado
la desproporción en las políticas de reconciliación, enfatizando
en el apartheid como un problema racial, pero poco se ha
hecho para transformar el mayor legado del sistema de segregación
racial, la concentración de los recursos y riqueza en pocas
manos. Todos los informes de seguimiento de las políticas
de la nueva Sudáfrica, señalan que la concentración de riqueza
no ha variado, sólo se ha modificado el color de quien la
posee.
Podemos decir que Sudáfrica ha dado
pasos importantes para la construcción de una sociedad verdaderamente
democrática, pero lo que los últimos sucesos hacen notar
es que la reconciliación ha quedado en un nivel muy abstracto.
Como ha señalado, en el 2004, el Centro para el Estudio de la Violencia y la
Reconciliación, “una aceptación acrítica de la reconciliada
nación arco iris, ha llevado a creer que desde 1994 el país
se ha sumergido en el umbral de la unidad y la solidaridad”, esta ingenuidad deviene en sorpresa
ante los sucesos de violencia de índole xenofóbica, como
los analizados en este trabajo.
Luego
de lo expuesto, considero que lo que ha vivido la sociedad
sudafricana durante el mes de mayo,
marcó fuertemente a la “nueva Sudáfrica”.
Desde
la sociedad civil se han abierto nuevas líneas de debate,
podríamos pensar que se ha tomado conciencia sobre las falencias
del proceso y los costos que ha tenido la política de la
reconciliación. Es necesario ahora, que desde el Estado
se comiencen a tomar en consideración estas líneas de análisis,
para acercar acciones y palabras. Lamentablemente, los dudosos
manejos con la justicia, las denuncias por corrupción y
la apelación constante a sus “atributos” étnicos devenidos
de su pertenencia zulú, que bañan al actual presidente del
ANC y candidato a la presidencia, Jacob Zuma, no se presentan
como buenas señales.
Varias pancartas el día de la marcha
han traído a escena las palabras de la Carta de la Libertad:
“Sudáfrica
es para todos los que viven en ella”.
Para la conciliación, considero necesario interpelar
a esta frase en relación con los diferentes contextos en
la que fue expresada, pensar en cada caso qué actores formaban
parte de su imaginario. Más precisamente, en el contexto
actual, ¿quiénes se piensan como actores “válidos” en la
sociedad de la nueva Sudáfrica?
Bibliografía
consultada
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