A mediados del siglo XVIII, más
concretamente en 1740, antes de estallar la guerra de la Pragmática
Sanción,
la situación política del continente es la siguiente:
En el Occidente aparece
definitivamente constituida la monarquía del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda, regida por la dinastía de los Hánover, con régimen parlamentario
y gran expansión comercial y colonial. Francia, bajo Luis XV, adquiere
casi sus fronteras actuales, a excepción de Niza y Saboya; todavía le falta el
ducado de Lorena, cuya anexión se ha preparado por el tratado de Viena de 1738.
Las monarquías de la Península Hispánica, España y Portugal,
tienen sus límites modernos, salvo Menorca, en posesión de los ingleses y
Olivenza, de Portugal.
En el centro de Europa, el Imperio
alemán sólo existe de nombre. La hegemonía en el Reich la detenta Austria,
cuyas posesiones comprenden, además de Silesia, Bohemia y Hungría, los Países
Bajos, antes españoles, y Milán. Además, el gran ducado de Toscana
(Florencia), está bajo su influjo. No obstante, en el Imperio aparece el Estado
de Prusia, cada día con mayor vigor. En Italia existen, fuera de la
influencia austríaca, el reino de Cerdeña, con Saboya y el Piamonte; el
de las Dos Sicilias, bajo los Borbones, y, en plena decadencia, la
república de Venecia, con Dalmacia.
En Oriente, el Imperio turco
se presenta todavía como una gran masa territorial, aunque en las luchas con
Austria haya perdido gran parte de Hungría y el Banato de Temesvar.
En cambio, el Imperio ruso acrecienta sus ambiciones territoriales,
dirigidas contra Suecia y Polonia. Estos dos Estados se hallan
en trance de disgregación, a causa de las rencillas políticas internas entre
la realeza y los nobles.