La paz de Westfalia estableció en
Europa un sistema de equilibrio político después del largo período de guerra
provocado por la pugna religiosa y las ambiciones políticas de Francia y
Suecia. En sus grandes líneas, quedó estructurado el mapa de la Europa
moderna.
Las principales potencias de esta
época son Francia, que acababa de alcanzar un rotundo triunfo en la paz de los
Pirineos humillando a España; la España de los Austrias, que, a pesar de su
decadencia, continúa figurando como primera potencia europea: Inglaterra y Holanda,
prósperas por su comercio marítimo; Suecia, dueña del Báltico, y Polonia, hegemónica
entre el Oder y el Dniéper. Austria se recobra lentamente de la pérdida de su
poderío en Alemania, a costa del Imperio turco, que a pesar de su enorme extensión
territorial va cediendo territorios a los soberanos de Viena.