Notas: 1) Posesiones de los
Austrias en España y en el Imperio alemán; 2) Países adversarios de Felipe II; 3)
Aliados de Felipe II.
La sucesión de Carlos V,
dividiendo sus posesiones imperiales en dos bloques -el español, para Felipe
II, y el austroalemán, para Fernando I (signo 1)-, hizo recaer en las espaldas
del primero la dura labor de hacer frente en el Occidente de Europa no sólo a
las ambiciones de Francia, anuladas en la batalla de San Quintín, sino
particularmente a la agitación política y religiosa fomentada por el
calvinismo, de carácter antimonárquico y fanáticamente anticatólico.
La política de Felipe II
descansó en las dos penínsulas católicas del Mediterráneo. En la hispánica,
se consumó la unidad de España y Portugal bajo la corona del Prudente. Por su
parte, Italia recobró la paz bajo la hegemonía española, ampliada por una
especie de protectorado sobre Génova. Esto daba facilidad a las tropas hispanas
para llegar a Milán, y de aquí, por el territorio amigo del Imperio, pasar al
Franco Condado, Luxemburgo y Flandes. Éste fue el camino seguido muchas veces
por los tercios, y concretamente el del duque de Alba, cuando Felipe II le
confió la misión de acabar con la revuelta de los Países Bajos, promovida por
las ambiciones políticas de los nobles y las violencias calvinistas del pueblo.
La política de la Contrarreforma
alcanzó asimismo grandes éxitos en Alemania del Sur y Polonia, donde el Catolicismo
hizo grandes progresos al socaire de la iniciativa de la Compañía de Jesús.
En el gráfico se indica la lucha entre Felipe II e Isabel de Inglaterra, con
la ruta de la Invencible y las agresiones de la escuadra inglesa en la costa
de España.