Signos: 1)
Territorios de la monarquía germánica antes de Otón I; 2) Marcas
fronterizas entre los eslavos; 3) Territorios imperiales en Bohemia,
Francia e Italia; 4) Estados protegidos por el Imperio germánico; 5)
Límites del Imperio otónida.
La idea imperial en el Occidente
de Europa sobrevivió gracias a la obra conjunta del Papado y de los reyes
germánicos. Después de la fragmentación del Imperio carolingio, la monarquía
alemana apareció formada por varios grandes ducados: Sajonia,
Turingia, Franconia, Suabia, Baviera, Alta
Lorena, y Baja Lorena, además de otros
territorios, como Frisia, Austria y Carintia (signo 1). La lucha entre estos
príncipes por el mando, se resolvió en la segunda mitad del siglo IX a favor
de los duques de Sajonia. Un monarca de esta dinastía Otón I, logró
consolidar su poder sobre sus contrincantes y vencer a los húngaros, hordas
mogolas que habían invadido y saqueado la Europa central, parte de Francia e
Italia. Otón I instauró el Imperio germánico.
Además de los territorios ya
indicados, bajo Otón I y sus sucesores el Imperio alemán abarcó otros
países. En primer lugar, las marcas fronterizas con los eslavos y
daneses: Marca Danesa, Bilinga, del Norte, del Este y de Turingia, situadas más
allá del Elba (signo 2). En segundo lugar, los territorios sujetos
directamente a su influencia; Bohemia y Moravia, Borgoña, Italia (con
Lombardía, Verona y Tuscia) (signo 3). En fin, también se situaron bajo la
protección imperial los Estados Pontificios y los ducados de Espoleto y
Benevento (signo 4). De este modo, los límites del Imperio germánico abarcaron
todo el centro de Europa y gran parte de la Península itálica (signo 5).
Fuera del Imperio quedaron Francia,
Dinamarca, Polonia, Hungría y Croacia. El Imperio bizantino continuó poseyendo
el sur de Italia y parte de Sicilia, que defendió ante los reiterados ataques
de los musulmanes.