La idea imperial carolingia,
encarnada por la corte y la Iglesia, chocó con las ambiciones de príncipes y
nobles que constituían el Imperio de Carlomagno. Así, después de la muerte de
este gran monarca, la Historia asiste a la disgregación de su Imperio, la cual,
al cabo de diversas vicisitudes, cristaliza en la formación de los reinos de
Alemania, Francia, Borgoña e Italia, llamados a tan importantes destinos en la
vida de Occidente.
Este proceso de disgregación
imperial y de formación de nuevas nacionalidades se registra en el siglo IX,
durante los reinados de Ludovico Pío y sus inmediatos sucesores. Las etapas
principales del mismo se expresan en los cuatro gráficos del mapa. En 817 tuvo
lugar el primer reparto del Imperio entre los hijos de Ludovico Pío,
aunque Lotario, el primogénito, recibiera, con la sucesión imperial, la
hegemonía sobre sus hermanos. Más adelante, las discrepancias sobre este
reparto produjeron sendas guerras civiles. En 843, vencido Lotario, por el tratado
de Verdún reconoció a sus hermanos Carlos el Calvo y Luis el Germánico la
posesión respectiva de Francia y Alemania, mientras él se reservaba una faja
de terreno entre el mar del Norte e Italia: la Lotaringia. Este corredor
desapareció a su muerte, y en 870 Carlos de Francia y Luis de Alemania se
repartieron parte de la Lotaringia, mientras aparecían los reinos de Borgoña y
de Italia.
Esta situación, con modificaciones
favorables a Alemania, se estabiliza en 888, cuando después de la deposición
y muerte de Carlos el Simple, puede hablarse de verdadera extinción
del que fue el poderoso Imperio carolingio.