Signos: 1) Territorio de
Roma al finalizar el dominio etrusco; 2) Expansión romana a fines del
siglo IV; 3) Territorio dominado por Roma después de las guerras
Samnitas; 4) Ocupación de la Magna Grecia; 5) Límites del Imperio
etrusco en su época de mayor apogeo; 6) Tendencia unificadora ejercida
por Roma.
La constitución del Estado romano
y su expansión en Italia antes de proceder a la conquista del Mediterráneo, es
uno de los hechos político-militares más interesantes de la Historia. Para
comprenderlo, es preciso recordar que en el siglo VI los etruscos habían
intentado ya la unificación de la península, constituyendo un Imperio cuyos
límites (signo 5) englobaban gran parte de la llanura del Po, hasta Adria, en
su desembocadura, más Etruria, Roma y la Campania.
Este imperio fue el que dio
coherencia a unos poblados establecidos a orillas del Tíber, constituyendo con
ellos la ciudad de Roma. Al derrumbarse el poder etrusco, el territorio
romano comprendía el bajo Tíber, según se determina con el signo 1. Durante
el siglo V, Roma luchó desesperadamente por su existencia contra los pueblos
vecinos o invasores, como los volscos, aequos, etruscos y galos. Habiendo salido
victorioso de la dura prueba, a fines del siglo IV el poder de Roma abarcaba la
Etruria meridional más la Campania, con las ciudades de Cumas y
Nápoles (signo
2). Desde este momento, la política expansiva de la República tendió a
unificar la península, según indican las flechas (signo 6). Después de las guerras
Samnitas, en las que participaron también galos y etruscos, el territorio
de Roma se extendió, por el Norte, hasta el río Arno y el Rubicón, y, por el
Sur, hasta Italia meridional (signo 3). Por último, la Magna Grecia, con las
ricas ciudades de Brindisi, Tarento, Heraclea, Thurioi,
Crotona y Rhegio,
también cayó en poder de las legiones romanas (signo 4).
La cuestión de la Italia peninsular,
enfrentó a Roma con Cartago por la posesión de Sicilia,
preparando el inmediato estallido de las guerras púnicas.